Te quiere, tu hermana pequeña.

5 0 0
                                    


(Por motivos más que obvios, los nombres reales aparecerán cambiados.)

Hola, Marta. No sé muy bien exactamente dónde estás, pero en mi corazón es más que seguro.

Acabo de empezar a escribir esto pensando que me vendría bien hacerlo, pero apenas he escrito una línea y sólo quiero llorar, pero voy a ser fuerte y lo voy a hacer, por ti, porque te mereces mi mejor despedida ya que no me dejaron hacerlo.

La vida en malas palabras es una auténtica mierda, pasas más tiempo preocupado por tus problemas que feliz, y cuando estás feliz o eso crees, sigues teniendo temores o preocupaciones que en cierto modo te asustan y crean ansiedad, ya sea porque no has sido capaz de lograr lo que querías o por el mínimo factor, puesto que a cada uno nos preocupan, duelen y afectan las cosas de maneras distintas, la felicidad absoluta es algo imposible de alcanzar, aunque estés feliz, algo vivirá en tu mente que te cree dicho estado. Pero a pesar de todas las adversidades de la vida y dificultades, jamás había conocido y jamás conoceré a alguien que tuviese tantas ganas de ser feliz y de comerse el mundo como tú. Siempre tuviste complicaciones en tu vida, ¿y sabes? cada día me doy más cuenta que esa fuerza que tengo dentro de mí, la he heredado de ti, pero ojalá ser tan fuerte como tú lo fuiste. No dejaste que ningún accidente, riñón, líquido en los pulmones o ingreso en la UCI acabase contigo. Al contrario, te motivaba más para seguir hacia delante, eras imparable. Podías estar ingresada, que cada vez que me asomaba por la puerta ibas a estar con una sonrisa de oreja a oreja nada más ver los muffins de chocolate que te llevaba o kilos y kilos de gominolas, en ningún momento dejaste de reír, en ningún momento te viniste abajo, luchaste y luchaste hasta tu último momento. Y como ya dije antes, la vida es una mierda también porque las personas que menos se merecen vivir logran hacerlo hasta ancianos, pero quienes más se lo merecen, peor lo tienen.

Nunca podré olvidar las llamadas tan largas que nos hacíamos durante horas contándonos qué tal nos había ido el día, cotilleos o simplemente bromas estúpidas, porque también estoy orgullosa de tener el mismo humor que tú tenías. Todas las horas dedicadas a ver estúpidas series turcas sólo porque los actores estaban muy bien y las arcadas y malas caras cada vez que veíamos mil maneras de morir en tu sillón sentadas, o cuando me regalaste todas tus pulseras de pinchos sólo porque yo estaba pasando por una época emo ridícula. 

Hay, entre una infinidad de ellos, recuerdos que me marcaron y me marcarán de por vida que por desgracia ahora, cada vez que pienso en ellos se me viene el mundo encima, pero tengo la confianza de que en algún momento podré volverlos a recordar con una sonrisa. Cuando tenía alrededor de nueve años, recuerdo que me regalaste un osito blanco de peluche sólo porque me había gustado y desde entonces no hay noche que no duerma con él. Aunque ahora dormir con él sea algo doloroso y detonante de mis sesiones de crisis existenciales nocturnas, no pienso dejarlo jamás. Hay recuerdos que, aunque me hagan venirme abajo, no puedo evitar soltar alguna carcajada por ínfima que sea, como el día de tu cumpleaños cuando mi prima se escondió debajo de la cama porque tú te habías enfadado con ella y no la querías ni ver, o cómo olvidar la comunión de nuestra prima, cuando estábamos yendo al restaurante, pasamos por delante del KFC y empezaste a hacer bromas sobre que el banquete sería allí; todos los edits cutres con corazones que yo te hacía con fotos de ambas, lo bien que nos lo pasábamos poniendo a parir a políticos y gente que conocíamos y la manera en la que podíamos confiar la una en la otra.

Pero si hay algo por lo que realmente te mereces todo mi corazón y amor es porque sin ser consciente has hecho lo más bonito que nadie ha hecho hasta el momento y que nadie podrá conseguirlo: aceptarme como familia y quererme con locura, sin importar de dónde vengo y quién soy. Fui fruto de una relación extramatrimonial cuando tú sólo tenías 13 años, y hasta que no fuiste algo más mayor, no supiste de mi. Mucha gente, al convivir con sus padres, si una parte de ellos tiene un hijo ilegítimo que apenas tiene relación con vuestra familia, no sería aceptado ni considerado como un hermano. Pero a ti te dio igual que fuese hija de otra mujer que estuvo con quien para ti es un padre pero para mi ha sido un desconocido, te dio igual la diferencia de edad, te dio igual que no viviéramos juntas. En el momento que me conociste me aceptaste como tal, como tu hermana pequeña, y jamás me trataste peor o inferior a nuestro hermano. Me quisiste y me atrevería a poner la mano en el fuego diciendo que más que nadie me ha querido en esta vida, cuidaste y aceptaste cuando ni siquiera mi padre tras veinte años lo ha hecho.

Al igual que cualquier relación de hermanos, había piques tontos, y por desgracia nos pilló en uno. Dos meses antes, me escribiste de nuevo y me dijiste que a pesar de nuestros enfados estúpidos, no tenía que olvidarme de que eres mi hermana mayor y que siempre seré tu niña pequeña, que me querías con locura y que mientras siguieses viva iba a tener un techo donde vivir pase lo que pase. 

Aquel día que me llamaste contenta para decirme que tras dos años en lista de espera por fin habías encontrado a un donante, no imaginas la felicidad que experimenté en ese momento, te lo merecías más que nadie. Pero dos días después, todo se desplomó con una llamada de ese señor.

No quiero comerme la cabeza y culparme de que estábamos enfadadas, porque a pesar de ello nuestro amor y lugar en el corazón no cambió. Pero es inevitable hacerlo aún más cuando toda la familia me dejó sola en el tanatorio y entierro, cuando ni siquiera me pusieron en tu esquela. Pero eso no es tu culpa, porque creo ciegamente que si hubieses podido verlo, te habrías enfadado con todo el mundo que decidió dejarme sola y a un lado como si yo no tuviese lugar. La soledad en ese momento es dura, pero siempre me quedará el consuelo de que lo único que importaba eras tú, y que me habrías querido tener a tu lado hasta el último momento. Y ahí estuve, hasta el último momento, y aunque haya tenido que verte en un ataúd y más tarde cómo lo cremaban y dichas imágenes me ronden por la cabeza cada vez que cierro los ojos, no me arrepiento de no haberte abandonado ni un sólo momento.

Nunca había experimentado tal dolor, siento que me han arrancado una parte de mi corazón que jamás podrá volver a su sitio por muchas curas que intente hacer. 

Gracias por haber sido tú, por ser un gran ejemplo a seguir del que estoy y siempre estaré orgullosa.

Te quiere con locura, tu hermana pequeña.

Carta de despedida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora