● Capítulo Único ●

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El frío calaba en sus huesos, el invierno no era una de sus estaciones favoritas. Definitivamente adoraba el jugar en la nieve, le traía tantos recuerdos de una niñez, aunque un tanto brusca, muy encantadora. Pero ella no se llevaba bien con el frío, peor aun cuando su quirk dependía de su calor corporal.

Aun así, la temporada invernal ameritaba una buena taza de café caliente y una manta mientras se acurrucaba en la alfombra de la sala de su casa. Miró por varios segundos la pantalla en negro de la televisión, cuestionándose si había hecho bien en levantarse de su cama o si debería ir a dormir un poco más.

Sacudió su cabeza optando por ver un poco de noticias antes de comenzar con sus quehaceres diarios que estuvo retrasando, tomó el control del reposabrazos del sofá y encendiendo la TV dando pasó a unos colores tan familiares, en las noticias se anunciaba el rescate a cargo de un grupo héroes aprendices, su vista se posó en donde estaban los tonos verdosos reconociendo aquellos risos jodidamente esponjosos a los que la cámara no le hacían justicia.

Una sonrisa nerviosa se plasmó en el rostro del pecoso cuando las cámaras lo señalaron anunciándolo como el héroe que más destacó del lugar. Sus facciones adquirieron un tono rojizo cuando intentaron entrevistarlo, pero los periodistas fueron detenidos por el héroe profesional a cargo.

La joven acabó su café y se levantó de su puesto con las intenciones de tomar un poco más para abrigar su interior, en el trayecto tenía plasmada una sonrisa muy leve, extrañaba mucho al chico que optó estudiar heroísmo en la UA.

Estaba muy orgullosa de él, lo conoció en su último año de secundaria pero rápidamente se había ganado su corazón, la simple imagen de él abrigaba su alma. Definitivamente estaba enamorada del pecoso. Y por alguna razón eso le dolía.

El silencio de su hogar, que hasta hace un par de segundos le pareció tan reconfortante, ahora le molestaba. Su casa ahora estaba tan silente que dejaba la puerta abierta para que todas sus inseguridades salieran a la luz. Es verdad que estaba orgullosa de que Izuku entrara a la academia de sus sueños, pero eso solo la asustaba más. ¿Quién iba a cuidar de él? Y la pregunta más egoísta, ¿Qué iba a pasar con ella? No quería apartarse del peliverde.

Sacudió su cabeza en un vago intento de borrar aquellos pensamientos intrusivos, no quería llorar, sabía que una vez empezase no se detendría hasta que llegara su familia, que iba a ser hasta la noche del día siguiente.

Dejó la taza en el lavabo de la cocina y caminó en dirección a su habitación, planeaba dormir el resto del día para evitar sobre pensar las cosas. Lástima que sus planes fueron interrumpidos cuando escuchó el timbre sonar un par de veces. Se debatió mentalmente en si abrir o no la puerta, a quien sea que fuese podría decirle que no había nadie en casa, luego notó que había dejado la tele encendida y por aquello ya no podría fingir que no estaba.

Con desgano giró sobre sus talones en dirección a la puerta principal, maldecía a su yo de hace unos segundos por no haber apagado la televisión apenas se levantó. Sin siquiera mirar de quien se trataba abrió la puerta lentamente con el ceño fruncido esperando que quien estuviese del otro lado hablara rápidamente. Más no pudo mantener su rostro de enojo al notar quien era realmente.

—Buenos días ________-san —la joven se quedó pasmada, mirando fijamente y sin parpadear a la persona frente suyo, reconoció al instante esos rizos verdes y sus ojos color jade.

Su primer instinto fue saltar y abrazarlo, hacía tiempo que no lo veía, al menos no de forma presencial. Ligeras lágrimas bordearon sus ojos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro ahogado— Debiste haberme dicho, así al menos podría haber arreglado la casa.

I love you [Izuku Midoriya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora