Rosas en mi puerta.

3 0 0
                                    

Recuerdo el día que llegaste con rosas a mi puerta. Tal vez ese día nunca ocurrió.

Te invitaba a pasar y tú me sonreías y entregabas las rosas a mis yemas; una de ellas se pinchó con una espina al momento de reposarlas en la mesa, tú te habías acercado a tomar mis manos y lamer mi dedo carmesí con ese posible sabor a metal.

—¿Por qué haces eso? La sangre es asquerosa.

Moviste la lengua en círculos alrededor de mi dedo después de que solté esa afirmación que no te gustó para nada.
Me sacaste un gemido y satisfecho me soltaste.

Eres un zagal bastante curioso, al que me da miedo algún día herir por mis abundantes palabras hirientes que mi boca suelta en forma de humor, pero, ¿Y si ese día no te ríes?

Había parpadeado y sentí el mundo reiniciarse, nuevamente estaba en el mismo lugar de antes que fuera a abrirte la puerta, pero en este caso la luz natural que entraba de mis ventanas se vió apagada por la lluvia.

Estaba esperando por ti hace aproximadamente unas 4 horas desde que despertaste y finalmente habías llegado, emocionada me guié hasta la perilla y la giré, tirando de ella hacía atrás mío. Pero lo que encontré simplemente me dejó sin palabras.

Perdón. Decía la nota, amarrada a unas rosas a los pies de mi puerta llenas de tierra y agua, ahogándose prontamente.

Esa noche no volviste a aparecer y las rosas igualmente se esfumaron. Me llamaste y habíamos dormido mientras nos veíamos sin soltar un mísero ruido o risa. Probablemente la gente pensaría que se trataría de un complot, aunque yo más bien estaba dolida, triste.

Cerré los ojos y sentí tus suaves y largos dedos en mi cabello, no me atrevía a mirar si habían salido de la pantalla, simplemente disfruté tus caricias de consuelo, dejaste una rosa atorada en mi oreja y todo se tornó oscuro.

Después todo era luz.
Fue un sueño.

Sentimientos ahogados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora