—¿Estás seguro de que está vivo? —pregunté desinteresada mientras golpeteaba con un dedo el vidrio de una pecera —no me considero una experta en peces, pero creo que cuando están vivos suelen hacer cosas como... No lo sé ¿Nadar?
Thomas no parecía mostrar interés por nada que no fuera su revista de deportes. Créanme que en serio probé —sin resultado—todas las preguntas posibles para generar charla.
—¡Vamos! No me ignores. Haces que me sienta un pez fuera del agua —Intenté sonar... ¿Graciosa? ¡Oh! ¿En serio dijiste eso, Venus? ¿En serio?
Thomas levantó la cabeza sólo para responderme con una mirada confundida. Lo admito: los temas de conversación y los chistes no son mi especialidad.
Llevaba —no exagero— cuarenta minutos encerrada en una habitación con un chico de diecinueve años que además de oler a papas fritas baratas se negaba a mantener una mínima conversación conmigo.
Quien quiera que me esté leyendo todavía no me conoce muy bien pero debe saber que si hay algo que odio son los silencios incómodos; pasé dieciséis años de mi vida sin abrirme a nadie y me acababa de proponer que a partir de hoy las cosas serían distintas ¿Mi madre quiere un cambio? ¡Lo tendrá! ¿Será difícil? ¡Posiblemente! ¿Tengo alguna idea de cómo lo lograré? ¡Por supuesto que no!
Me paré rápidamente del roto y manchado sofá en el que me encontraba y me dirigí bruscamente hacia la silla plástica en la que descansaba Thomas.
—Thomas ¿Cierto? Mira, no voy a mentirte: a mí tampoco me encanta la idea de tener que pasar todo mi verano con un primo que nunca antes vi en mi vida. Somos dos desconocidos, nuestras edades no coinciden y dudo bastante que tengamos intereses en común, pero ¿Sabes qué? Nunca podremos llegar a conocernos o llevarnos bien si no interactuamos, el silencio no nos llevará a ninguna parte. ¿A dónde crees que llegaremos si ni siquiera nos miramos a la cara? Si ni siquiera podemos aguantar una hora juntos ¿Cómo lo haremos durante tres meses? ¡Ésta no es la forma! ¡Es momento de un cambio, Thomas! ¡Debemos cambiar nuestra filosofía de vida y así finalmente empezar a vivir!—casi sin aire, finalmente terminé mi discurso motivacional. Respiré agitadamente esperando una respuesta de parte de mi compañero.
Thomas me miró con seriedad mientras se quitaba un auricular del oído.
—¿Dijiste algo?
Y aquí vamos de nuevo. Siempre que finalmente me atrevía a hacer algo pasaba una cosa como ésta. ¿Qué? ¿Creyeron que no tenía amigos por ser tímida? Se equivocan.
—Yo sólo quería... —ya desanimada, calculé mis palabras—...quería ¿Saber tu signo zodiacal?
¿Había mencionado ya que soy malísima con los temas de conversación?
zwei = dos en alemán