Apatía

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—Min Yoongi cumplía sus dieciocho años.

— Con el paso de los años se había convertido en un joven demasiado apuesto, con basto conocimiento y decidido.

— Era lo que muchos llamaban un prodigio.

— No había cosa alguna que no hiciera perfecta.

— Yoongi era serio, con el rostro sereno pero emociones ardientes.

— Vivió algunas cosas que poco a poco despertaron el poder dentro de él, aunque no completamente. La grandeza de su ser se completaría hasta la edad de 23 años.

— Recordaba su niñez tan vivida en su mente.

— Aún recuerda cuando tomó un cuchillo por primera vez.

— Era de noche, la mayoría de monjas dormían en la comodidad de sus colchones y él apenas tenía doce años.

— Daba la medianoche cuando un gentío se abrió paso en el convento, llevaban antorchas, palos y pistolas. Incluso iba con ellos una patrulla de policías.

— ¡Los hijos de Satán deben de irse, deben de morir! —

— ¡Pecadores, ojalá y Dios tenga piedad de todos ustedes!

— — ¡Hijos del Demonio! — —

— Las monjas pronto se alarmaron, corriendo y cubriendo las ventanas y puertas con tablones de maderas. Su único propósito era mantener a salvo al pelinegro.

— La hermana Mina había ido por él a su habitación, despertándole de sus sueños y llevándoselo a rastras por los pasillos.

— — ¿Por qué debemos de huir? 

— Porque son capaces de herir de muerte a un simple niño como lo es usted, señor — había respondido la monja.

— Yoongi bien sabía que la mayoría de las personas le odiaban, tal vez le tenían miedo.

— Pero no lograba entender el por qué se resistían, por qué no aceptaban la verdad y su destino.

— No era algo que pronto se hubiese decidido con su nacimiento, aquello estaba en las mismas escrituras del Dios en el que tanto creían.

— Aún así se dejó hacer por la mano de Mina que le sostenía, la mujer pedía protección a su Señor para el pequeño.

— Podía ver en la mujer la adrenalina y su preocupación hacia él, a decir verdad, la hermana Mina confiaba en él y él en ella, después de todo le había cuidado y criado.

— Sin embargo la gentuza de afuera logró entrar rompiendo las tablas, comenzaron a quemar todo a su paso, y pronto el convento estaba en llamas.

— Tres minutos habían pasado y en el transcurso de ellos habían dado muerte a siete monjas con la excusa de que eran pecadoras y siervas de Lucifer.

— Aunque aquello era verdad.

— Debajo del lugar había un sótano que conectaba con unos túneles, una salida de emergencia que muchas tuvieron que utilizar para huir.

— Ambos bajaban unas escaleras, moviendo sus piernas con rapidez para poder escapar.

— Ya casi estamos fuera de aquí, tan solo siga un poco más —

— Yoongi había visto por algún pasillo que no recordaba el cuerpo de otra monja, Lia era su nombre.

— También era quien le satisfacía sus berrinches cuando quería comer galletas y ella se las preparaba.

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