Caos en el Imperio

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Anthony Reynolds  

Caos en el imperio  

Warhammer. Age of Reckoning 1  

Título original: Empire in Chaos  

Anthony Reynolds, 2008  

Traducción: Diana Falcón, 2009  

PRÓLOGO  

El trueno retumbaba por el cielo y pesadas nubes preñadas de lluvia flotaban muy bajas sobre el territorio. Había una figura malformada que se encontraba de pie, apoyada en una pala, con una expresión de idiotez pintada en los toscos rasgos recubiertos de fango, y observaba a Udo Grunwald mientras se aproximaba.  

Udo ascendía trabajosamente por el barro y la basura, y conducía una mula medio muerta de hambre que se esforzaba por arrastrar hacia el templo el carro al que estaba uncida.  

La desdichada bestia tiraba y las ruedas desparejas e hinchadas de agua del carro giraban laboriosamente, dejando un par de profundos surcos en el fango. Una oscura capa de cuero aceitado cubría los grandes hombros de Udo, y a la espalda llevaba una pesada ballesta. Su afeitada cabeza estaba expuesta a los elementos, y tenía cara de hombre brutal, con una nariz que le habían roto más de una vez y había soldado torcida, y una mandíbula pesada y protuberante. El malformado sirviente del templo sonrió estúpidamente cuando pasó. Él posó una dura mirada sobre el bobalicón durante un momento, antes de volverse a mirar hacia la verja de entrada del templo.  

Dominando el paisaje circundante con su brutal arquitectura marcial, el templo se parecía más a una pequeña fortaleza que a un lugar de adoración, como correspondía a la deidad guerrera que honraba. Los contrafuertes estaban adornados por estatuas cuyos rasgos habían sido suavizados y desmenuzados por siglos de ataque de los elementos. Éstos eran los santos de su hermandad, guerreros todos, los devotos del sagrado Sigmar. Cada uno de ellos llevaba una pesada armadura y malla, y empuñaba armas: martillo y azote.  

Atravesó la arqueada puerta fortificada, pasando por debajo del rastrillo alzado que pendía como una hilera de mortíferos dientes, y entró en el pasadizo adoquinado de iluminación mortecina que conducía al patio del templo. Condujo la mula y el carro a través del cuerpo de guardia, donde aspilleras y saeteras vigilaban sombríamente su avance.  

Docenas de pares de ojos siguieron su aproximación: hombres de armas que se encontraban en lo alto de la muralla, apoyados en largas alabardas de ancha hoja, sacerdotes de fríos ojos con brazos de herrero, y fangosos sirvientes de todas las edades, algunos tullidos y deformes. Un corpulento soldado vestido con cuero tachonado de remaches le cerró el paso; Udo posó sobre él una mirada feroz. Tras comprobar brevemente el contenido del carro, el soldado se apartó a un lado sin hacer comentarios.  

Se detuvo en el centro del patio, ante la gran puerta doble del templo. La mula se desplomó de agotamiento, con los huesos marcados contra la fina piel. Udo avanzo hasta la parte posterior del carro y bajo los ojos hacia el fondo plano y el cadáver que sobre él yacía: el cuerpo de su patrón.  

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2015 ⏰

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