Capitulo 8

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Se supone que hoy es mi día de descanso y que debería de estar en mi casa durmiendo o entrenando, pero no, estoy en medio de la nada buscando no sé qué cosa

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Se supone que hoy es mi día de descanso y que debería de estar en mi casa durmiendo o entrenando, pero no, estoy en medio de la nada buscando no sé qué cosa.

Ayer después de salir de la central y cenar con papá, traté por todos los medios de encontrar algo productivo con las coordenadas, pero no encontré nada, por lo que decidí irme a dormir y, como siempre, otra pesadilla me despertó.

Y gracias a esa maldita pesadilla ahora estoy aquí.

Después de la pesadilla seguí buscando algo en las coordenadas y terminé haciendo casi treinta combinaciones hasta que una me dio una ubicación con más sentido; la ubicación marcaba una pequeña casa en medio de un bosque a seis condenadas horas de distancia.

Salí a las tres de la mañana de Moscú, apenas son las diez de la mañana y vengo llegando. Son casi siete horas de viaje en motocicleta, paré dos veces en unas gasolineras a comprar algo para comer y descansar.

Dejo mi moto en el inicio del bosque, tomo mi linterna y el móvil para ver el punto exacto de las coordenadas. Me adentro en el bosque siguiendo el punto del GPS y poco a poco se comienza a oscurecer el bosque.

La espesura de los árboles hace que baje aproximadamente un veinte por ciento de la luz natural, tardo casi dos horas en llegar al punto exacto.

Solo hay una cabaña abandonada, me quedo frente a la puerta de la pequeña casa. Respiro hondo antes de tomar el arma que cargo en la parte baja de la espalda y colocarla en posición de defensa.

Me sorprende ver la puerta abierta y sin ningún tipo de seguridad. Al entrar, mi enfado es demasiado grande ya que la casa está totalmente sola y sin un rastro de vida. Registro todo el lugar sin éxito, por lo que me doy por vencida y me dirijo a la salida de la casa, pero justo antes de tomar el pomo de la puerta, algo me detiene.

—¡Carajo! —chillo alarmada—. Tienes unos hermosos ojos —susurro hacia el animal que me mira desde la mesa.

Una pantera negra de algunos meses de edad está acostada en la mesa mientras ronronea suavemente, no tiene planeado atacarme por lo que me acerco a ella y le acaricio la cabeza con delicadeza.

—¿Qué hace una chica rondando estos lados?

Una voz a mis espaldas hace que me sobresalte y dispare a quien sea que me habló.

—Joder...

Miro al hombre en el suelo y creo conocerlo de algún lugar. Es grande, moreno, tiene algo de barba, unos cuantos tatuajes en el brazo y está solo con un pantalón roto. Mis ojos viajan hasta los suyos y mi mente se niega a aceptar lo que estoy viendo.

—¿Así saludas después de años sin verme?—Lo miro desconfiada.

—¿Esa es la forma de saludar, hijo de perra?—Digo casi en un susurro.

Lazos Asesinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora