Parte Única

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¡Hola a todos! Este relato es lo que uno obtiene no superando la Ilíada JAJAJAJA

En fin, espero que lo disfruten tanto como yo disfruté escribiéndolo.


Canta, oh Musa, la gloria troyana; gloria inédita para el Crónida y los dioses, dándose esta en el instante en que, Zeus Crónida, dispusiese la balanza para ver quien de las dos llaves descendería al Hades, el Pelida y el Priámida, disputándose la venganza contra el deber — cumpliéndose la voluntad del infalible destino—.

¿Cómo ocurrió la gloria troyana? La hija de Gea y Urano, Themis, intervino a favor en la decisión de que alma descendería al Hades. Airada con los dioses, al oír los lamentos de los troyanos, suscitó al héroe troyano claridad para ver a través de la niebla divina, para así distinguir a los dioses de los hombres y luchar contra el destino que le fue impuesto por los inmortales.

El caudillo Héctor, quien siempre ofreció sacrificios a inmortales, pudo obtener este don, y divisar a amigos de enemigos; y ver el aura dorada de su contrincante, que brillaba cual sol, haciendo que se vea aún más amenazante a su parecer. Agrandó sus ojos sorprendido, al ver a la diosa ojizarca protegiendo al semidiós; mientras que a él el hijo de Leto, era quien lo protegía.

La incredulidad lo sobrepasaba, pues, ¿qué es lo que ocurría?; sus piernas corrían alrededor de la muralla y las Puertas Esceas sin sentirse abrumadas por el esfuerzo. Vio a su costado, y Apolo le sonreía jubiloso; ¿acaso estaba feliz de su desdicha? Crueles son los dioses y el destino si es así.

Comenzó a rezarles a los dioses, más allá de su desfavorable situación; su vista estaba fija al frente; tenía la respiración agitada; y su pecho ardía, cual aguja traspasando la piel. Observó hacia atrás y vio al desdichado Pelida enfurecido; a su lado estaba Atenea, la de ojos de lechuza, que mantenía la vista fija en él, al igual que el hijo de Tetis.

— ¡Héctor, homicida, está bien que huyas! Cuando te agarre con mis manos, dejaré que los perros coman tu carne sin entierro. Mataste al más querido de mis compañeros, la venganza está por cumplirse, pues los dioses están conmigo; mientras que a ti te abandonarán aquí en el campo conmigo—.

El hijo de Príamo miró hacia el azul cielo que ya veía como su tumba, ¿cómo sería descender al Hades?, el cielo estaba hermoso y despejado; le hubiese gustado estar al lado de su esposa y su hijo Escamandro. Los extrañaba en demasía, pero su deber con la ciudad estaba primero que sus deseos; la última vez que los vio, volvió entristecido al campo de batalla. ¿Llegaría a volver a verlos? ¿Podría jugar con su hijo sin los haberes de la guerra de por medio? Lo dudaba.

La guerra le estaba quitando todo lo que amaba, su ciudad, tiempo con su familia, y la propia libertad. El destino es tan cruel como su perseguidor. ¿Sería este el precio por no escuchar a Polidamante? Preferible es, a su ver, morir o salir vencedor de la contienda. Su excelencia guerrera no se vería manchada por la vergüenza ante el pueblo troyano.

— Nadie me enviará al Hades antes de lo dispuesto por el destino; y de su suerte ningún hombre, sea cobarde o valiente, puede librarse una vez nacido— pensó, mientras apretaba con fuerza la lanza de fresno en su mano, recordando lo que le dijo a Andrómaca, la de níveos brazos, en su último encuentro.

Mientras tanto, en el Olimpo, los dioses observaban el combate. Estaban expectantes del desenlace; las diosas ofendidas esperaban con ansias la caída del joven troyano, y los dioses a favor del pueblo dánao esperaban otro final. Y Zeus Crónida, padre divino, exclamó:

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2021 ⏰

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