Capítulo 8

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Temari alargó el brazo hasta encontrar el teléfono sobre la mesilla de noche y contestó sin molestarse en mirar quién era. Era imposible que fuera Koutarou, su hermano llevaba ignorando todas sus llamadas desde el día anterior, pero los de la inmobiliaria habían prometido que la llamarían esa mañana para enseñarle algunos pisos en el barrio. Temari suspiró agotada. Aún no podía creerse que su madre hubiese echado a Koutarou de casa y que su padre no hubiese hecho nada para impedirlo. Sus padres nunca habían sido lo que se puede llamar modélicos, pero ni en sus peores pesadillas, Temari hubiese creído que lo que había presenciado la tarde anterior era real. Sólo esperaba que encontrar piso no se convirtiera en otra batalla interminable. Estaba cansada de tener que pelearse con todo el mundo pero, al menos, tras más de una hora al teléfono, había conseguido que le devolvieran el dinero de su billete a Nueva York.

Si aún le quedaba alguna duda de si quedarse en Tokyo, la noche anterior había sido respuesta suficiente. Era fácil entender que Koutarou no quisiera hablar con ella en ese momento pero, por una vez, alguien en esa casa podía intentar pensar en lo que Koutarou necesitaba. Temari tenía claro que arrastrarlo a diez mil kilómetros no iba a hacerle ningún favor. Por mucho que su padre dijera, Koutarou siempre se había tomado muy en serio el voley. Era fácil verlo en el brillo de sus ojos cada vez que hablaba del equipo del instituto.

–¿Diga? –contestó aún medio dormida.

–¡Oh! ¡Lo siento! ¿Estabas dormida? ¡No he pensado ni siquiera en mirar qué hora era en Tokyo! ¡Lo siento! ¡Lo siento!

–¿Annie? –La voz al otro lado del auricular la hizo despertar de golpe–. ¿Ha pasado algo?

Temari no había hablado con su ex desde antes de volver a Tokyo. Su ruptura aún era demasiado reciente e incluso pensar en ella resultaba doloroso. Temari a veces odiaba como Annie era capaz de sacar todo lo peor que llevaba dentro. En los últimos meses, las cosas más pequeñas se acababan convirtiendo en batallas sin cuartel. Y entonces habían empezado las mentiras. Temari se había autoengañado durante mucho tiempo, había sido pura casualidad que viera las conversaciones de WhatsApp. Meses. Annie le había estado poniendo los cuernos durante meses. La pelea aún resonaba en su memoria. Los gritos histéricos, las lágrimas, la rabia. Los sentimientos habían estado a flor de piel.

–Estos días he estado pensando mucho en ti –Annie susurró–. Te echo de menos. Nos conocemos desde que teníamos seis años y

–Ya tuvimos esta discusión –Temari suspiró dejándose caer sobre el colchón–. No puedes pedirme que sigamos siendo amigas. Al menos no ahora.

–¿Pero en un tiempo? –La voz de Annie sonó algo esperanzada–. ¿Ya sabes cuando vuelves a Nueva York?

–No voy a volver –Temari contestó tajante–. Annie, si me tienes algún aprecio, no vuelvas a llamarme.

–L-lo siento, Temari. No quería

–Yo también lo siento. –Temari la interrumpió antes de que su ex pudiera volver a repetirle más excusas–. Voy a colgar.

–Espera, Temari –Eso fue lo último que Temari oyó antes de presionar el botón rojo en medio de la pantalla de su móvil.

Las manos le temblaban. En el silencio de su habitación, Temari rompió a llorar. Había estado tan cerca de suplicarle que volviera. Todo hubiese dado igual sólo que le hubiese dicho que aún la quería. Temari se sintió patética. Lo único que quería era poder acostarse a su lado y abrazarla arropadas por el calor de las sábanas.


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I'll stay with youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora