Capítulo 2.- Alraaei

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Nanda Parbat, como un santuario imperturbable, apareció ante ellos, Damian se enderezó en el asiento del copiloto, y miró por un instante a Jason, pero en su mente, todo le pareció ajeno, aquel lugar había quedado a mucho tiempo de distancia, no era más el niño que había estado allí, y definitivamente, Jason tampoco era el joven que había conocido.

–¿En cuanto tiempo despertarán?

Preguntó Damian.

Jason miró su reloj.

–En unos 30 o 40 minutos más…

El mayor sonrió, con el recuerdo, después de todo, Dick y Tim, creyeron que perdieron contacto con la realidad por la impresión de ver a Damian ceder apenas Jason extendió los brazos, pero no era así, la verdad fue que ninguno de los dos sabía, rechazar galletas de mantequilla, y Jason había ido a Santa Prisca hace poco, para conseguir un relajante muscular tan drástico, que paralizaba el cuerpo durante horas, además lo mezclo con un potente somnífero que les impediría forzar su cuerpo a reaccionar y ayudaría a mantener el aletargamiento un par de horas más, después de que despertaran.

Entraron a la fortaleza, prácticamente en silencio, pero por supuesto, aquello había sido inútil, en cinco segundos ya eran rodeados por ninjas de élite, por fortuna, ni Ra’s ni Thalia estaban allí, tal vez fue por ello que realmente lograron recuperar el estuche con cuchillos y salir prácticamente ilesos.

Conocían bien la fortaleza, y no había manera de que se perdieran, pero tuvieron que usar la salida que ocupó Jason la última vez, y se dejaron caer al río helado que descendía de las montañas detrás de Nanda Parbat.

Emergieron varios kilómetros al Sur, y Jason llamó el helicóptero, que emergió desde donde lo habían escondido y vino a ellos, suerte que el control remoto, aún estuviera en el rango de alcance.

–Bien, eso fue emocionante ¿no crees?

–Qué estupidez, No tenía ninguna necesidad de volver por esto…

Dijo Damian sosteniendo la caja de cristal con el resto de cuchillos de la colección.

–Nop, pero lo hiciste por el recuerdo~ 

Canturreó Jason, cuando el viento que el helicóptero arremolinaba, ya lo despeinaba.

–Eso no es…

Damian no pudo seguir cuando notó la manera en la que Jason se doblaba sobre sí mismo.

El helicóptero frenó a un metro del suelo.

Jason cayó de rodillas.

–¡TT Todd!

Gritó Damian.

–Estoy bien… 

Jadeó el mayor, pero era mentira, el mundo empezaba a desdibujarse.

Damian tiró la caja, que por ser de cristal blindado, sólo sonó al impactar contra el suelo.

–Uno de ellos me alcanzó a rozar con una flecha…

Dijo Jason, mientras le mostraba el costado.

–¡Están envenenadas!

–Gritar no es el antídoto –Dijo Jason tratando de levantarse–. Y en mi defensa… lo olvidé…

Jason apenas podía caminar hacia el helicóptero, mientras Damian se esforzaba por tirar de él.

–¡Ni se te ocurra desmayarte cretino! –Grito Damian en aquel tono caprichoso–. O no podré subirte al helicóptero…

–Si me lo pides así, ¿cómo negarme?

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