Capítulo I

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La vida no siempre es color de rosa. Aunque no lo merezcamos, nos toca enfrentar situaciones que no deseamos, las cuales al final del camino nos ayudan a crecer y a ser mejores seres humanos y terminamos ayudando a aquellos inocentes que buscan saciar  su sed de justicia.

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Michigan...

Robert Hathaway a penas podía creer lo que leía. Estaba encantado de saber que al final de todo lo que tuvo que pasar, aquella dulce niña había conseguido graduarse como abogada, y no cualquiera, sino una muy buena que se dedicaba a defender a jóvenes que al igual que ella eran acusados falsamente por delitos que no cometieron.

Decidido a tener un encuentro con ella, Robert, utilizó sus influencias como periodistas para ponerse en contacto, pero fracasó cada vez que lo intentó.

Cuando creyó que todo estaba perdido, ella se puso en contacto con él y acordaron una cita para su reencuentro que se llevaría a cabo en dos días en el bufete que dirigía con su novio, un prestigioso y reconocido abogado no solo de la ciudad en donde residían, sino de todo el País.

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New York...

—Candy, gracias por venir tan pronto.

—Espero que lo que tengas que decir sea tan importante como para hacerme salir a mitad de una audiencia.

—Lo es —Patricia Cornwall esposa del alcalde de New York la hizo pasar a la biblioteca.

—¿De qué se trata?

—Es sobre el caso de Central Park

—¿Qué hay de nuevo?

—Candy el juez aceptó re abrir el caso.

—¿Cómo lo sabes?

—Stair me lo ha dicho.

—¡Ay por Dios Patty! —la abrazó — Por favor, convence a Stair para que me lo asigne.

—Ya lo he hecho, amiga... el caso es tuyo.

—¡Gracias Dios mío! —Candy alzó las manos —comenzaré a trabajar en ese caso hoy mismo.

—Tendrás mucho trabajo por delante.

—Lo sé, pero no me importará trabajar horas extras si es necesario.

La puerta de la biblioteca se abrió y ambas mujeres se giraron.

—Hola Candice... al parecer mi esposa ya te dio las buenas nuevas.

—Oh Stair... gracias, gracias, mil gracias.

—Es lo mínimo que puedo hacer para corregir el garrafal error que mi antecesor hizo al comportarse como Poncio Pilato.

Candy suspiró al recordar aquella tarde en que Carl Juskin, alcalde de New York, se lavó las manos lanzando una moneda al aire para ver si la suerte caía sobre Susana o sobre ella.

—Fue una excelente idea de tu parte infiltrar a George camuflado como un guardia del último penal al que enviaron al muchacho.

—¿Qué te dijo George?

—Supo ganarse la confianza del chico, y consiguió que le contara con lujo de detalle lo que realmente pasó aquella tarde...lo engañaron Candy, se aprovecharon de su condición social... él no dijo todo aquello por voluntad propia... le hicieron creer que si decía todas aquellas cosas,  se iría a casa pronto ... por eso hizo esa confesión.

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