Capítulo IV

217 23 4
                                    

Faltaban escasos días para la gran audiencia, y Candy se encontraba en una cafetería de la ciudad en donde la fiscal de distrito la había citado, imaginaba que la razón por la cual la mandó a llamar era para hacerle una oferta para evitar enfrenarse en corte, algo que la rubia no estaba dispuesta a aceptar.

—Buenas tardes licenciada Ardley.

—Escucha, Elisa, dejemos las formalidades de lado, tú y yo sabemos que están de mas, así que es mejor que me digas de una vez que quieres.

—Ofrecerte un trato naturalmente —Elisa la miró con aquella pose de altivez que Candy conocía muy bien.

—El único trato que aceptaré de tu parte es que retires todos los cargos en contra de ese muchacho, tú sabes que el es inocente, pero te has ensañado con él.

—Yo no he hecho nada para culparlo, él mismo lo hizo con su confesión .

—Confesión que tu hermano le sugirió por orden tuya, porque es mas que evidente que estas protegiendo al verdadero culpable. —La miró a los ojos. —Y no te molestes en negarlo, te conozco lo suficiente como para saber lo que eres capaz de hacer con tal de salirte con la tuya.

—¿Tienes una especie de micrófono o cámara oculta? —se burló la pelirroja

—A diferencia tuya —replicó la rubia mirándola fijamente a los ojos —no me valgo de sucias artimañas para conseguir lo que quiero. —No muestro una conducta inadecuada para originar convicciones erróneas.

Elisa rió descaradamente

—Ríete todo lo que quieras, ahora que puedes y te sientes intocable. Debería darte vergüenza tú accionar, te escudas falsamente bajo el lema de hacer justicia, cuando lo único que haces es coaccionar a personas inocentes e indefensas para satisfacer tu ego, por fiscales como tú —la señaló —hay muchas personas que han sido convictas erróneamente por delitos que en realidad no cometieron, como es el,caso de Slim.

—Candice, Candice —Elisa chasqueó la lengua —No olvides con quien estas hablando.

—Y crees que te tengo miedo —Candy la miró a los ojos —esos tiempos en los que les temía a tu hermano y a ti, no existen mas, ya no tienes ningún tipo de poder sobre mi... en realidad jamás lo tuvieron, como los abusivos que continúan siendo, se aprovecharon de la vulnerabilidad de una pequeña niña desprotegida.

—Huérfana, querrás decir —Elisa se burló.

—Es preferible serlo a tener los padres como los tuyos —Candy curvó sus labios al ver la mandíbula de Elisa, tensa —A diferencia de ustedes, yo crecí en una casa hogar rodeada de amor, y fue hasta que llegue a casa de tus padres y terminé en aquel lugar, que supe lo que era la soledad, ustedes en cambio, crecieron llenos de lujos pero pobres en amor.

—Ah, ya entiendo, esto es una especie de venganza —replicó Elisa tras reponerse —la huérfana tiene sed de justicia —se mofó.

—No por mi —replicó la rubia—sino por ese joven con el que te has ensañado y de quien, además estas a punto de lucrarte con ese ridículo libro que estas por lanzar.

—Si gustas puedo regalarte un ejemplar... y autografiado —volvió a mofarse.

—Consérvalo para ti, porque te aseguro que cuando todo lo que hicieron salga a la luz, va a servirte para que te entretengas.

—¿Estás amenazándome?

—Por supuesto que no, como podría una simple abogada hacer tal cosa a alguien tan importante como tú —la sorna en la voz de la rubia fue latente.

—Soy la fiscal de distrito y puedo mandarte a la cárcel con tan solo chasquear mis dedos.

—No me digas —Candy rio —¿Bajo que cargo?

Sed de Justicia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora