♡◦◦≫𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 3≪◦◦♡

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31 junio, 1994

Mansión Fairchild

Isabella permanecía recostada del hombro de su amigo, eran por ahí de las 7:40am y ella seguía callada, viendo sin un punto fijo haciendo que su vista se desenfoque.

Su mente estaba sumergida en un lugar desconocido, que no le daba confort a ella, se sentía desprotegida cuando estaba en esa parte de su mente. Ella lo podría describir como un lugar bizarro, como esas calles desconocidas pero un poco bizarras para nosotros, calles que no tienen ninguna familiaridad con nosotros, que estamos muy lejos de casa y empezamos a pensar si nos quedaríamos ahí toda la vida o solamente es un rato.

Con lo que ella soñó fue con recuerdos que le costó un poco enterrar, pero como un zombi. Salió de la tierra donde lo había enterrado. Se sentía un poco culpable, es como si una parte de ella misma ya no estuviera desde aquel día, verdaderamente a cualquier persona le pudo haber pasado lo mismo que a ella y podrían estar peores, pensaba, pero solo era ella minimizando un poco sus sentimientos.

No tenía nada de qué preocuparse, ese señor ya estaba muerto tanto como para ella y para el mundo... Eso pensaban.

Ella solo era una niña cuando le ocurrió eso, no sabía por qué él le hizo eso a ella, solo tenía seis años.

Y entonces ella volvió a despertar, estaba abrazada a una de las almohadas de la cama de su mejor amigo, Miles.

Le dolía la cabeza y sentía calor, a pesar de que todos los días en Bré está nublado, lluvioso y frío. Se sentó en la cama y vio un reloj que estaba en el escritorio del frente.

9:12am.

No había dormido mucho, pero para ella era un poco más. Frotó sus ojos con sus dedos y se estiró un poco para así salir de la habitación de su amigo e ir a la suya, quería bañarse.

Entró a su habitación sin darle importancia su alrededor, sentía la garganta seca y no tenía ganas de hablar, simplemente permanecer callada porque le dolía la garganta. Entró al baño y prendió la luz de este, una luz blanca que iluminó toda la habitación.

El baño era de color blanco con detalles dorados, con un lavamanos amplio para que pueda dejar cuantos productos fueran posibles de caber ahí.

Un espejo estaba arriba del lavamanos, uno ovalado con detalles en color dorado, y al otro lado de la habitación se encontraba la regadera de cristal. Muy moderna y elegante, minimalista más que otra cosa.

Se despojó de su pijama y abrió el agua calientey luego la fría, para dejar la temperatura del agua a una considerable yfresca. Deslizó la puerta de cristal que recubría la regadera y entró, sumergiéndoseen la lluvia artificial que chocaba con sus hombros y se deslizabarelajadamente sobre todo su cuerpo.

Un poco de relajación entró en su ser.

Unos minutos después salió y fue en busca de una ropa cómoda para ella. Y al final decidió por un pantalón de algodón color azul cielo y una camiseta algo escotada de color gris, y unas zapatillas blancas. Su cabello castaño lo dejó que se secara al natural dejando ciertas ondas aparecer.

Bajó hasta la cocina y se encontró solamente con Lizzie, que estaba recostada de la isla de cocina comiendo una manzana verde.

-Buenos días, Bella ¿Cómo dormiste? - preguntó la rubia ceniza.

-Hola Lizz, estoy algo cansada ¿Y tú? - preguntó nuestra protagonista abriendo el refrigerador y automáticamente agarrar un yogurt que lo dejó en la isla de cocina para ir hasta la otra punta de la habitación, por unos cereales.

-Realmente te quería preguntar si podemos tener o hacer una tarde de chicas o una noche, como tú prefieras- la chica propuso aquella idea y para Isabella fue como una salvación para sí misma. Lo que menos quería ella era sentirse sola un fin de semana.


Isabella•

Eran por ahí de las cuatro de la tarde y, durante casi todo el día me la he pasado junto a Lizzie viendo películas. Ahora me estaba preparando para ir a montar un rato con Miles y Flora. 

Teníamos una ropa especial para eso, ya que antes estábamos tomando clases de lo mismo, y me encontraba terminando de ponerme las botas.

Hasta que de pronto giré de la forma más natural posible hacia mi escritorio. Estaba hecho un desastre.

-¿Qué demonios? Yo lo había organizado todo ayer- dije terminando de ajustar mis botas y caminar hasta la mesa de color blanco.

Había más que todo papeles ¿De dónde salieron? Verdaderamente no sé de qué eran hasta que los detallé. ¿Mi diario? ¿De nuevo? Una foto polaroid estaba entre el diario y varias hojas de papel que más que todo eran dibujos y cosas que hacía y escribía de pequeña.

La foto polaroid era de una de las páginas de mi diario, la principal para ser exacta. ¿Por qué había una foto de mi diario en mi escritorio? Yo no tengo una cámara polaroid.

Recogí aquel desastre de escritorio y todo quedó sumamente despejado, tiré todos los papeles, la foto e incluido el diario en la papelera de mi habitación, no quería ver eso ahí.

Estaba bajando las escaleras y, me di cuenta en el ambiente que todo estaba completamente solo. O al menos la planta baja. El teléfono sonó haciendo que me asuste fácilmente, ya que el silencio que recubría la planta baja era tétrico.

Contesté el teléfono fijo.

-Buenas tardes. Es la residencia Fairchild ¿Con qué lo puedo ayudar o comunicar? - dije yo, con una voz amable y con suma cortesía.

-Davis - dijo una voz a través de la línea telefónica, me dieron escalofríos.

-¿Con quién lo puedo comunicar?- volví a preguntar, sin responder al llamado de mí apellido. No tenía por qué responder ante eso, no sabía quién se encontraba a través de aquella línea.

-Yo te conozco, bastante bien- dijo aquella voz, que supongo yo era de un hombre por la gravedad en su tono de voz, una voz que era conocida pero a la vez no sabía de quién podría venir.

-¿Disculpe?- dije yo, y simplemente se escuchó una risa que me dieron un poco más de escalofríos y a lo lejos escuché un "está lista, puedes ir".



•Editado el: 23/06/2023•

|EN EDICIÓN| ☆𝑩𝑳𝑶𝑶𝑫 𝑰𝑵 𝑻𝑯𝑬 𝑾𝑨𝑻𝑬𝑹☆ / -Miles Fairchild- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora