Uno

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28/09/21

Una llamada cruza la habitación de hotel como un ensordecedor chillido, que acuchilla los tímpanos del pelinegro, que descansa en el colchón de al lado. Se gira, con la intención de seguir durmiendo, pero el teléfono no cesa de sonar, por mucho que se convenza a sí mismo. Cada vez que parece que ha terminado, la persona al otro lado vuelve a llamar repetidas veces. Se pasa las sábanas por la cabeza emitiendo varios gruñidos, como si fueran capaces de evadirle de la tortura, hasta que desiste y las despega de su cuerpo con una ira inusual. Aún con los ojos nublados, pues le cuesta abrirlos, tantea la mesita de noche hasta encontrar el maldito aparato. Coloca el dedo índice en el lugar adecuado, por pura inercia que le asegura el éxito.

—¿Qué?—contesta alzando la voz tanto que casi se le puede considerar un grito.

—Buenos días, señorito Jeon—saluda esa voz familiar, que reconoce enseguida.

Se sienta en la cama, dejando la espalda apoyada en el cabecero negro, mientras da un largo suspiro de frustración.

—Le llamo para informarle de un nuevo trabajo. Me han ofrecido un anuncio que…

—¿Un anuncio?—interrumpe con los ojos ya acostumbrados a la luz—. ¿Qué te tengo dicho? No me molestes con gilipolleces de anuncios. Sólo te permito que me llames para cosas como modelaje u otros realitys.

—Pero, señorito…

—Cállate, inútil—espeta—. Si vuelves a llamarme para algo que no sea eso, te despediré.

—L-lo siento mucho—se disculpa con la voz temblorosa, como si la hubieran amenazado de muerte. 

Aunque es una realidad. Su representante es una mujer de casi cincuenta y ocho años, una vieja gloria dentro del oficio, que ya ni siquiera cuenta con buenos contactos o el respeto de sus compañeros. Jeongguk es su única oportunidad de mantenerse a flote tanto a ella misma como a sus dos hijos y sus nietos. El pelinegro se aprovecha de su desesperación, pues es de la única forma en la que puede ser un poco más competente. Además, ¿A quién no le gusta ver sudar la gota gorda a una mujer rechoncha, de cabello teñido de color castaño para ocultar las canas y recogido en varios tirabuzones; lo que viene siendo una maruja, pero con ropa más adecuada para un despacho?

—¿Algo más?—comprueba, casi deseando tener otro momento para descargar su molestia con ella.

—Ha habido un contratiempo con la emisión de la Isla de las Tentaciones—responde para su sorpresa.

—¿Qué?—se levanta de la cama de un salto.

—Hay una batalla legal por unas imágenes y por uno de los concursantes, que ha denunciado a los productores y, prácticamente, a todo el equipo. No ha dejado títere con cabeza—le explica con la voz suave, más tranquila tras haber captado el interés del otro—. En resumidas cuentas, el programa no va a emitirse este año. Con suerte, quizás, en el siguiente.

Aquello le deja desconcertado en primera instancia. Pero, si lo piensa en frío, puede ser la oportunidad que necesita. Una a la que debe aferrarse.

—Después de la emisión, me pondré en contacto con los productores de Supervivientes—añade la mujer con la intención de redimirse.

—Buen trabajo, Margarita—la premia, para equilibrar la balanza—. Eres una gran profesional, ¿Sabes?

—M-muchas gracias.

Jeongguk se aguanta la risa. Escuchar su reacción a sus falsos halagos le hace ver como si se tratase de una colegiala. Inclusive, puede llegar a sentir lástima por la necesidad de aprobación que tiene.

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