✎ final

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Era la última clase del día, Matemáticas. Ambos chicos, el de brackets y el de mejillas pecosas, estaban completamente ansiosos mirando cómo se movían las agujas del reloj, que estaba justo encima del pizarrón con los cálculos que estaba haciendo la profesora, pero todos ignoraban.

Cuando el timbre por fin sonó, ambos comenzaron a guardar sus cosas en los respectivos bolsos y se dirigieron a la salida. El castaño estaba temblando de nervios, tratando de calmarse mientras jugaba con sus dedos, mientras que su mejor amigo intentaba apresurarle para salir de una vez por todas.

Felix suponía que el pelimenta se encontraría en la parte de derecha de la escuela, mientras que Seungmin pensaba que el azabache lo esperaría en el lado izquierdo, pero una vez más, confundieron los caminos.

Se habían separado en la salida de la escuela para ir donde les correspondía, diciéndoles a sus amigos que no tardarían, así que Jeongin, Jisung, Hyunjin y Changbin se quedaron conversando mientras esperaban.

Cuando Felix vio a un confundido Minho parado debajo de un árbol con el celular en la mano, se dio media vuelta y salió corriendo en dirección contraria para llegar hasta donde estaba su mejor amigo hablando con Chan.

—¿Entonces me dices que está en el otro lado? —El chico de cabello verde menta asintió y el de sonrisa brillante se encaminó en dirección contraria, despidiéndose con un leve gesto de su mejor amigo, más que nada para desearle buena suerte.

—Lee Yongbokie. ―El de cabello naranja miró al mayor a su lado dispuesto a escucharlo, con una sonrisa tímida en el rostro y un carmín decorando sus mejillas pecosas. —El chico que se confundió de casillero.

—Y-yo... Fue culpa de Seungmin. ―Sonrió inocente mientras bajaba su mirada y jugaba con sus dedos, una costumbre que se le había contagiado de Kim cuando estaba nervioso o ansioso.

—Diré que te creo, ¿sí? —El menor sonrió hacia abajo, pero en ese momento Chan posó sus manos en las mejillas y levantó su cabeza. —No escondas tu sonrisa, por favor, es preciosa.

Chan no mentía, si pudiera tomar una foto a cada curva en el rostro de Felix, lo haría. Le encantaba la forma en que sus ojitos formaban dos medias lunas, irradiaba una calidez hermosa.

—Yo... Está bien. —Sonrió más, dejándole al mayor una hermosa vista del brillo en sus ojos. —Tu sonrisa también es preciosa, hyung... me gusta cómo se ven tus hoyuelos, es adorable.

—Creo que eres la primera persona que encuentra linda mi sonrisa. —Dejó un beso en la frente del chico contrario, preparándose mentalmente para lo que estaba por decir. —Me gustas demasiado, Felix... Puedo decir que estoy enamorado de ti.

Se sentía demasiado diferente decirlo en voz alta.

—Tú también me gustas mucho, Channie. —El menor ahora tenía sus pequeñas manos en el pecho ajeno, sujetando su camisa para evitar que se alejara. La cercanía que tenían actualmente le hacía sentir cálido.

—¿En serio? —El australiano menor asintió, intentando ocultar su rostro avergonzado apoyando la frente en el hombro contrario. —Entonces, ¿quieres salir conmigo, precioso?

El calor subió a las mejillas de Felix, siempre había sido una persona de fácil sonrojo, pero el que Chan le haya dicho "precioso" definitivamente lo avergonzó aun más, pero no le molestó, en definitiva.

—Uh... Me encantaría, hyung.

—Me gustan tus sonrojos. —Apretó sus cachetes, debatiéndose mentalmente sobre dejar besitos en ellos. Tal vez era muy pronto para tanto contacto físico, pero no se resistió a depositar uno en su pequeña nariz.

—Ya... Channie... —Felix se alejó un poco pensando si preguntar lo que quería, estaba nervioso, pero quería sentirlo. —Yo... ¿puedo pedirte algo, hyung?

—Lo que quieras. —En definitiva, ver a Felix avergonzado era de las cosas más adorables que había tenido el honor de presenciar en su vida.

—¿Puedes... darme un beso? —Chan rio un poco por el nerviosismo del chico, pero luego se acercó lentamente para dejar nuevamente un besito en su nariz, pero al ver el ceño fruncido ajeno, sonrió antes de bajar hasta los labios suaves del menor.

Hace mucho tiempo que Chan había querido probar esos labios que tanto le gustaban, por lo que con un poco de timidez, posó ambas manos en la cintura del menor, para así acercarlo y poder moverse con mayor comodidad.

Tal vez se haría adicto a los belfos de Felix con el pasar de los minutos.

Tal vez se haría adicto a los belfos de Felix con el pasar de los minutos

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—Hola, hyung... —Minho pudo observar cómo el chico que alborotaba su corazón mordía su labio inferior en signo de nerviosismo.

Tenían tantas cosas que conversar, pero lo único que quería en ese momento era abrazarlo y decirle de una vez lo mucho que le gustaba.

—Hola, bebé. —Se acercó para tomar sus manos haciendo que el contrario posara su mirada en él, por lo que le sonrió tratando de transmitirle seguridad. —¿Hay algo que quieras decirme o lo digo yo primero?

Seungmin había extrañado lo cálido que se sentía estar cerca de Minho.

—Prefiero que tú lo digas primero... —El azabache sonrió levemente ante lo adorable que parecía Seungmin en frente de él.

Siempre había sido débil ante la inocencia que irradiaba, el castaño era una persona muy madura, inteligente y culta, totalmente capaz de defenderse por sí mismo, sin embargo, algo en él sacaba el lado más protector que el azabache escondía de todos.

Con el paso del tiempo, todos en la escuela sabían que meterse con Seungmin era ganarse una leve amenaza de parte del chico más codiciado del lugar. Y a pesar de tener a tantas personas tras él, Minho siempre había tenido ojos solo para un castaño torpe y despistado.

—Está bien, no me molesta. —Minho tomó con más confianza las grandes manos del castaño y lo acercó más a él, antes de posarlas en su cintura. Le acariciaba la zona como si sus dedos pertenecieran ahí. —Me gustas mucho, Kim Seungmin. Me tienes enamorado a más no poder.

Y en ese momento, viendo la sonrisa brillante y hermosa del menor, supo que su corazón siempre había escogido bien.

—Yo también estoy enamorado de ti, Lee Minho. —Seungmin dio un pequeño brinco de emoción, se encontraba demasiado feliz.

Si bien su amistad con Minho siempre sería suficiente para hacerle feliz, saber que sus sentimientos que iban más allá de eso eran correspondidos, le hacía tener burbujas en su pecho y muchos revoltijos en su estómago.

—¿Entonces qué esperas para aceptar una cita conmigo? —El color rojo se apoderó del rostro del castaño y mientras se lo tapaba con las manos simplemente asintió. Minho siempre había amado avergonzarlo y eso a Seungmin nunca le había molestado en realidad. —Eso es lo que quería saber. Me tienes loco de amor, Minnie. —Minho no tenía pensado decir eso, pero tampoco es que le molestase, simplemente fue una de esas veces en la que el corazón habla por ti.

Pero hubo algo diferente, esta vez su corazón obtuvo un respuesta. Seungmin lo estaba besando.

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