02

243 41 26
                                    

Había perdido la cuenta de las veces por las que había subido hasta la azotea de su apartamento ese mes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Había perdido la cuenta de las veces por las que había subido hasta la azotea de su apartamento ese mes. Desde que dejó de confiar en la fuerza de sus brazos y la suerte a su favor ya no le había puesto importancia en seguir escalando por las escaleras para incendios. Chifuyu, con mucha vergüenza pero derecho, pidió al dueño del complejo si podía abrir las escaleras que llevaban a la azotea desde la seguridad interior del edificio, era mejor que estar jugando a colgar de un hilo con la muerte.

Desde entonces, hace ya tres semanas, había empezado a llevar pequeños retoños de plantitas que encontraba marchitando a la orilla de una calle para replantarla en las macetas viejas y poco cuidadas. La sillas reclinables desgastadas ahora estaban cosidas por las manos de Baji, quién comentaba que un amigo le había enseñado a coser cuando estaba aburrido porqué  no había intenet, y sobre todo, los seis gatos callejeros que alguna vez alimentaron habían crecido a ser diez en  busca de comida y consuelo.

Fuera de su trabajo y sus estudios, Chifuyu consideraba que su vida iba medianamente bien encaminada. Baji solo se había convertido en esa amistad que se dió cuenta que no deseaba perder. La química entre ellos había sido tan peculiar, casi como aquél singular aroma que desprendían los libros por la descomposición de la celulosa del papel de las hojas y las moléculas de lignina ó vainillina que le daban ese olor a vainilla que tanto le gustaba aspirar. Al menos así lo pensó, de todas formas lo único que podía relacionar con química es que era un fan viviente de Walter White.

— ¿Quieres salir a comer conmigo mañana, Baji?

Había soltado repentinamente esa tarde bajo un atardecer pintado con trazos naranjas y violetas.
Sus manos se hallaban sudorosas, sus labios enrojecidos por los dulces que habían estado comiendo y sus ojos verduzcos vagando por todo el cuerpo levemente bronceado del pelinegro, esperando una respuesta. Buscaba alguna señal de nerviosismo en el otro chico, pero al contrario de él, solamente estaba con las piernas cruzadas y sus ojos cerrados dejando que los últimos rayos de sol le bañaran con calidez.

— No — Contestó, sin abrir los ojos.

— ¿Uh?

¿Fue su subconsciente imaginando el peor escenario ó de verdad había sucedido?

— ¿Por qué no?

Su voz había sonado más nerviosa de lo que había esperado. Le dió un suave empujón en el hombro a Baji para que respondiera pero el silenció reinó por un momento, uno bastante incómodo desde la perspectiva del rubio ¿había dicho algo malo?

— Ya lo hacemos, solo que me gustaría, ya sabes, salir a divertirnos... como amigos. — Apenado había continuado en un murmullo, lleno de pizcas de vergüenza.

¿Que no era lo mismo? Llevaban alrededor de un mes de estarse encontrando sobre la azotea de su apartamento, intercambiando risas, bromas y pequeñas anécdotas estúpidas llena de detalles banales.

Charmolypi; Bajifuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora