11.- Sparring

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Concéntrate.

Respira.

No pienses, actúa.

Reacciona... Reacciona antes de que pase.

Con todo el aire que he estado aguantando ocupando mis pulmones y mi pulso disparado, separo los labios y controlo la exhalación que sale lenta y constante hasta dejarme vacío. Vuelvo a repetirlo un par de veces más; tengo que bajar mi ritmo cardiaco lo suficiente como para dejar de temblar. Aunque no lo hago por miedo ni por nervios, sino por pura rabia; me cabrea pensar que puedo llegar a perder otra vez... No puedo creerlo. No quiero que esa posibilidad me entre en la cabeza. No puedo permitirme perder.

Alzo la cabeza, observando el reflejo que me da el espejo sobre el lavabo; acabo de salir de la ducha y, a causa del estricto entrenamiento de estas semanas, me noto más en forma que nunca. Debería estar confiado, debería sentirme bien conmigo mismo al haberme esforzado tanto... pero solo puedo estar bien si gano.

La puerta del vestuario se abre, dando paso a Jin y a Hobi; encontrarme al Jin no me sorprende, ya que él va a presentar el combate que tengo en unos minutos (como lleva haciendo toda la noche), pero ver a mi otro hyung todavía por aquí me sorprende mucho. Debe haber notado que me quedo boquiabierto al verle, o eso me dice la sonrisa enorme que me dirige.

—Madre mía, Jungookie, te estás poniendo enorme —declara, soltando de paso una risilla.

A lo mejor no se reía por verme tan sorprendido, sino por verme tapado solamente por esta toallita enana que esconde lo imprescindible.

—¿Tanto te alegras de vernos, Jungookie? —pregunta Jin, conteniendo la risa.

—¡No es nada de eso! Es que la toalla esta marca mucho —murmuro cabreado, tapándome con las manos, aunque no se vea nada realmente.

Mis dos hyungs se parten a mi costa mientras voy a ponerme los calzoncillos en una esquinita junto a mi taquilla justo después de hacerme la coleta. No estaba mentalmente preparado para ponerme ya los shorts que voy a usar para el combate, pero con tal de que dejen de hacer chistecitos con mi paquete...

—¿Cómo te notas? —pregunta Hoseok, sentándose a mi lado para ayudarme a poner las vendas.

—Nervioso, cabreado, asustado...

—¡Eso es normal, Jungookie! Hay luchadores que lloran y todo antes de salir a pelear; si quieres desahogarte, a mis brazos —me ofrece Jin con una cara muy seria, dejando un hueco entre sus brazos para que llore ahí o algo.

—Estoy bien sin llorar... pero gracias.

—¿Sientes la presión? —pregunta Hobi. Asiento al momento, claro, la siento hasta en las pestañas—. Eso es bueno; eso es lo que te ayuda a ganar, no dejes que se te vaya.

—Si lo que quiero es precisamente quitármela de encima —murmuro en voz baja.

—Si te la quitas de encima como tú dices, vas a perder —comunica, palmeándome la mano ya cubierta por la venda para empezar con la otra—; la presión viene del miedo a la derrota, del miedo a tu contrincante. El miedo es fundamental: es el que te ayuda a que la adrenalina corra como loca por tu corriente sanguínea, y la necesitas para no notar el dolor, para reaccionar antes que tu enemigo, para moverte más rápido, para ser más preciso en los golpes.

—Entiendo, entrenador —musito muy concentrado en su discurso.

Hobi termina con las vendas y tanto él como Jin me ayudan a colocarme los guantes. No sé si estoy preparado, pero ya no siento la presión como algo negativo gracias a las palabras de Hoseok; intento pensar que todo lo que siento (por muy jodido que me tenga) es bueno; intento acordarme de cada pauta que mi entrenador me ha enseñado; intento mantener mi respiración estable y mi pulso bajo; y cuando mis hyungs terminan de atarme los guantes y se levantan, intento seguirles sin que me tiemblen las rodillas.

Inked KnockoutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora