Sombra 21

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Era increíble de ver. Nunca antes me había gustado tanto ser espectadora como ese día. No te diré que era un día especial donde todo parecía ir a la perfección como en los libros de romance, tampoco diré que era algo que esperaba que sucediera ni nada por el estilo. Porque siendo honesta era un día de mierda, soleado y alegre, justo como yo lo detesto. No sabía que era más desastroso si mi cabello o el interior de mi mente, estaba rodeada de dudas, con el estómago repleto de miedos y los ojos brillando de lujuria.

Eso era yo

Pero él, él estaba sereno, transmitía una tranquilidad inmensa como cuando atardece y estás en la playa. Te sientas sobre una manta y solo observas el mar y de repente te inunda una calma abrasadora, seguro que sabes de lo que hablo. La cosa es que así me hizo sentir él, como una niña pequeña en los brazos de su padre y a la vez, como una mujer que tiene al mundo colgando en su espalda y aun así se enfrenta a lo que venga.

El espacio y tiempo me parecieron una burla ante lo que sucedía. Y no, no se ralentizaron los sucesos a mí alrededor como ocurre en las pelis, la verdad era que todo iba muy de prisa. Mis pensamientos, mi respiración, los latidos de mi corazón que retumbaban en mis oídos como una manada de caballos en una carrera.

Para que lo entiendas, era como esas escenas de pura expectación en las que de pronto suena una canción que no tienes ni puta idea de donde salió pero que se ajusta a la perfección a lo que sucede en ese momento.

Mi cuerpo era un caos de sensaciones, con la piel erizada y los labios entreabiertos por la sorpresa. Yo es que me he pasado media vida siendo una escéptica, dudando de todo. Porque  es un autentico rollo, que si dioses, que si el big bang, que si esto o lo otro.

Pero les juro que en ese momento me vino la fe de golpe porque no hay otra explicación más que lo sobrenatural o lo divino, que pueda justificar aquella forma tan bonita, tan arrasadoramente sexy en la que él hablaba; me temblaban las manos mientras sujetaba el celular en mi oído

Y él, con el peso de miles de kilómetros separando nuestros cuerpos, estaba dejando orgasmos por todas partes. Nunca mi nombre había sonado tan condenadamente bien, parecía que se lo estaba follando salvaje, duro y ardiente cuando me dijo:    

Te amo, Loraine       

Sombras de una Bruja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora