Cap 1.

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- ¡Papá, no quiero! ¡No puedes hacerme esto!

- ¡Si puedo! - el padre de Lisa levantó su voz, dejando paralizada a su hija. Su padre jamás le había gritado. - ¡Soy tu padre, y harás lo que yo te diga!

Los ojitos de Lili se aguaron y miró a su padre con furia.

- ¡Te odio! - la pequeña corrió escaleras arriba y se encerró en su cuarto de un portazo.

Lisa no podía creerlo, estaba realmente enojada. Su padre se iría una vez más por trabajo al extranjero, y en vez de confiar en ella, había llamado a una amiga suya para que la cuidara. ¡Lisa odiaba cuando hacía eso! ¡Ella ya tenía dieciocho años y su padre seguía tratándolo como a un crío!

La pequeña chilló contra las almohadas, ahogando sus gritos y llorando a mares. Lisa estaba cansada de esforzarse en sus estudios, ser una buena alumna y la hija perfecta, pero que aún así nadie reconociera su esfuerzo.

La pequeña se pasó llorando el resto de la tarde, ignorando los llamados de su padre desde la planta baja, y para cuando se hicieron las seis p.m. y su estómago comenzó a sonar por el hambre, decidió salir de su cuarto.

La pelinegra frunció el ceño cuando, a medida que se acercaba a la cocina, una voz femenina que jamás había oído se hacía cada vez más fuerte. ¿Acaso había alguien más en la casa?

Con curiosidad, y habiendo olvidado el hecho de que había discutido con su padre, y que probablemente se encontrara con él, Lisa ingresó a ella.

Lo primero que vio fue a una desconocida para ella. Sus ojos se dirigieron a los brazos un poco musculosos y con unos cuantos tatuajes de la mujer, observando lo fuertes que se veían, y las venas marcadas en sus manos.

Lisa apretó sus piernitas cuando la castaña le devolvió la mirada, y se sintió pequeña cuando la tatuada alzó una ceja hacia su dirección.

- Ho-hola.. - Lisa cruzó sus piernas con fingida incomodidad, y no pasó por desapercibido cuando la mujer bajó su mirada hacia ellas, observando la pequeña faldita rosada que usaba y sus muslos gorditos.

La castaña no respondió a su saludo. Simplemente se cruzó de brazos, resaltando sus pechos y solo observando a esa pequeña chica que al parecer sería la niña que tendría que cuidar. Joder.

Lisa se sintió repentinamente intimidada cuando sintió la vibra fuerte y dominante que emanaba aquella mujer, y un cosquilleo se concentró en su vientre. La mirada dura que le daba provocaba miles de sensaciones nuevas en su cuerpito y que sus más grandes fantasías salieran a la luz.

- Hija, veo que ya conociste a Jennie. - Su papá entró a la cocina, sin ser conciente de lo que tal vez había comenzado. - Ella te cuidará estos días en los que no estaré. Su nombre es Jennie, espero que te comportes bien en mi ausencia.

Lili asintió con la cebecita y abrazó a su padre. Aunque aún estaba muy enojada con él, obviamente lo amaba. No sería capaz de no despedirlo antes de su viaje.

El era un buen padre, siempre había hecho lo posible por su única hija, y aunque a veces la sobreprotegía demasiado, lo quería mucho.

- Te amo mi niña, en unos días regreso. Obedece a Jennie en todo, por favor.

Lisa sintió su coñito palpitar levemente cuando no pudo evitar mal pensar aquellas palabras, y su sonrojo no pasó desapercibido por la castaña, que sonrió de forma ladina. Aquella sonrisa reflejaba todo el morbo que por su cabeza estaba pasando en esos momentos, imaginándose a aquella pelinegra arrodillada frente a ella.

Jennie lo iba a pasar extremadamente bien.

Cuando su padre se fue a la terminal junto a aquélla castaña, Lisa subió corriendo hacia su cuarto.

La pelinegra había quedado prácticamente flechada con aquélla mujer. Aunque Lisa aún era virgen, esperaba con ansias que llegara el día de perder su virginidad.

La pequeña estaba demasiado necesitada. Solía masturbarse tres veces al día, y tenía muchas fantasías sexuales y fetiches; se podría decir que su mente era mucho más pervertida que su poca experiencia.

Lili tenía muchos juguetes con los que se divertía en la soledad de su cuarto, e incluso a veces se filmaba a si misma penetrándose o jugando con los apliques de gatito que tenía. La pequeña había experimentado mucho, y había investigado sobre los kinks más extremos. Sabía sus límites y qué cosas le gustaban con demasiada exactitud.

Se consideraba a si misma sumisa y masoquista. Había investigado mucho acerca de ese mundo y le había gustado, tal vez demasiado.

Lili solía fantasear con una gran mujer dominándola, humillándola, golpeándola y amarrándola. Y el simple pensamiento de aquélla amiga de su padre, doblegándola y usándola a su gusto, hacía que su coñito se empapara.

Lisa refregó su cuerpo con esmero en la ducha, aplicándose su delicioso perfume de fresas. Depiló sus piernas y su coñito, dejándolo limpio, y aplicó una crema en todo su cuerpo.

Luego se colocó unas bragitas celestes con un lazito en el medio, y unas medias blancas hasta el muslo, con sus típicas falditas. El toque final fue un pequeño top celeste.

Lili se miró en el espejo, feliz con su resultado: sus grandes tetas se apretaban de una forma deliciosa y parecían a punto de explotar por lo ajustado que era aquel top, y aquella pequeña faldita diminuta que dejaba casi toda su figura al descubierto.

Definitivamente Jennie la follaría muy duro como siempre deseó que lo hicieran.

Lisa estaba segura de ello.

⌗ Daddy's Friends | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora