El arte de la cacería es algo laborioso de efectuar. Un ritual de atracción y ataque, con el fin de utilizar un ser vivo en beneficio propio. El juego de la seducción bien se podría comparar con dicha acción, pues la astucia es un factor primordial en esta batalla discreta entre especímenes.
Hanagaki Takemichi disfrutaba del libertinaje que implicaba saltar de cama en cama. Descartando completamente el concepto del amor dentro de su estilo de vida, lo único que buscaba era el placer que solo una relación con objetivos vulgares le podía brindar.
Algo como el compromiso y la fidelidad no entraban en su vocabulario, siendo alguien que se aburría fácilmente de las cosas, sus parejas no eran la opción. Así que prefería ser un alma libre antes de chupar el mismo pene todas las noches.
Eran exactamente las tres de la mañana cuando su celular vibró con un mensaje, su cabello negro revuelto y su cuerpo repleto de marcas con un origen obsceno, esa velada había decidido divertirse con un chico tímido e inexperto (el cual se encontraba durmiendo plácidamente). El muchacho había sido bastante brusco con su delicado ser, contrastando totalmente con su carácter manso, causando que el de ojos azules estuviera demasiado adolorido como para huir de ese cuarto de hotel.
"¿Dónde estás?" se leyó en la pantalla de su dispositivo móvil, no pudo evitar sonreír con sorna al leer el nombre del remitente de aquel texto.
Hace no mucho había encontrado a alguien interesante con quien jugar. Un hombre de apariencia sombría y actitud misteriosa, poseía un extravagante tatuaje al costado de su cuello y una cabellera tan oscura como su mirada. El toque que ese tipo le regalaba a su piel era de increíble anhelo, haciéndole sentir tan deseado. Sus vacíos ojos parecían resplandecer con un poco de vida solo cuando tenían a Takemichi a su merced. Simplemente era la representación de la mayoría de sus sueños húmedos.
Su estúpido ego era el responsable de haberse enrredado con Manjiro Sano, pues le resultaba bastante satisfactorio ser la razón de tanta lujuria en una persona con el espíritu prácticamente muerto.
Respondió el mensaje con una mentira descarada, preparándose rápidamente para abandonar a su anterior conquista. "Lo lamento Chifuyu, no te lo tomes personal" pensó en sus adentros mientras se terminaba de vestir. No quería ser grosero desapareciendo de esa manera, pero tenía prisa.
Una vez fuera del establecimiento, se dirigió a un parque cercano para esperar a Mikey en ese lugar. Aún le dolían las piernas y estaba consciente del mal estado en el que se encontraba su cuerpo; tendría que inventarse una excusa para no levantar sospechas en su compañero. Realmente no había lazo que los uniera más allá del sexo, pero sentía cierta posesividad por parte del pelinegro, la cual lo incitaba a esconder su naturaleza lasciva.
El rugido de una motocicleta lo sacó de sus pensamientos, ahí estaba él, preparado para llevarlo a un hermoso paraíso impúdico. Impaciente se acercó a aquel precioso espécimen de varón, totalmente emocionado por el destino al que lo llevaría esa velada.
-Buenas noches, Mikey-kun-. Hanagaki saludo con una resplandeciente sonrisa, luciendo lo más dócil posible.-Hoy estoy muy cansado, me metí en problemas y tuve una pequeña pelea-. Hizo un adorable puchero, mientras dirigía su mano al hombro del contrario.-Me gustaría solo dormir contigo por esta noche, realmente el hecho de verte me pone feliz. Sin embargo, no me opondré si tienes algo más en mente para mí-. Su dulce cursilería falsa se manifestaba en forma de oraciones manipulativas, perfectas para sacar ventaja de todos sus acostones.
-No te preocupes, en realidad te llamé porque quería mostrarte algo-. Manjiro tranquilizó la incertidumbre de su pareja, y le indicó que tomará asiento en su vehículo. Takemichi estaba extrañado por la propuesta, pero aún así obedeció.
El viaje fue corto, y su paradero no fue más que un edificio abandonado. Tenía un mal presentimiento sobre la situación, y comenzó a dudar sobre todo. El de ojos oscuros lo invitó a adentrarse en aquel establecimiento en ruinas, y con todo su mal sabor de boca, aceptó con el miedo recorriendo sus venas. Comenzaba a despedirse de su vida, o lo que sea que se le pensará arrebatar en aquel tétrico lugar.
-Creo que me enamoré de ti-. Las oraciones internas del más bajo fueron interrumpidas con esa confesión. Caminaban por los pasillos deteriorados, a la par que el silencio los inundaba, pues no sabía como reaccionar exactamente al diálogo de Sano. Era incómodo, simplemente no podía corresponder.
Se pararon justo enfrente de una puerta, parecía que la conversación nunca seguida se había desvanecido en el aire. Pero entonces la puerta se abrió.
-Te amo, Takemichi-. Mikey expresó mientras se adentraba en aquella habitación.
Lo que había en ese escenario era horripilante. Una pila de cuerpos desmembrados se esparcían por el piso, totalmente deshechos por lo que aparentaba ser un animal. El ambiente olía a sangre y descomposición. Sintió tantas ganas de vomitar y desmayarse que sus rodillas terminaron por chocar contra el suelo. Era monstruoso ver tanta sangre, vísceras y calamidad tiradas como basura cualquiera. Estaba confundido y aterrado, ¿por qué lo habían arrastrado a un lugar tan infernal como ese?
-La primera vez que te vi todo lo que pude imaginar era en lo suave que se sentiría tu piel cuando encajara mis dientes en ella, lo fácil que se desgarraría. Estaba tan excitado y emocionado por escuchar tus gritos de dolor mientras yo abría tu estómago, listo para comer todo tu interior. Pero eras tan bonito, y tu sudor tan dulce, que me obligue a ser codicioso y guardarte para más tarde.
Se le dificultaba escuchar las inhumanas palabras de Mikey debido al shock que estaba experimentando en ese momento. Eso debía ser una broma, no podía tener tanta mala suerte, ¿verdad?
-Y fui un tonto, porque caí en tu maquiavélico juego. Verdaderamente creí que yo era el único para ti, que también me querías-. Manjiro fue acercándose poco a poco al chico que se encontraba completamente desvanecido.-Quiero comerte, Takemicchi.
Repentinamente fue jalado de su brazo, obligándole a ponerse de pie nuevamente. Sus alientos chocaban por la cercanía, y su corazón latía tan fuerte que le era difícil moverse debido a la adrenalina del momento. Deseaba besarlo, a pesar de su retorcido secreto, aquel hombre era la viva imágen de todo lo que sacaba a flote su lujuria.
Sus labios por fin se juntaron, danzaban a la par en un baile lento y lleno de sensualidad. Hanagaki se sentía como un maníaco al calentarse estando en dicha situación tan repugnante. Sin embargo, su morbo hacía acto de presencia, reemplazando los sentimientos de miedo y rechazo. Era tan inmoral cometer actos obscenos en una habitación llena de masacre, y con el autor de aquella obra de arte sangrienta.
De forma pacífica, Mikey comenzó a despojar a Takemichi de su camisa, gruñendo de rabia al ver su torso marcado por la boca de alguien más. Estaba consciente del comportamiento travieso de su amor platónico, pero eso no quitaba sus horrendos celos.
Ansioso pasó su lengua por el cuello del de ojos azules, disfrutando totalmente del exquisito sabor que aquella pálida tez le brindaba de forma gloriosa. Su pequeña presa era simplemente perfecta.
-Apuesto que tu narcisismo está retorciéndose de felicidad justo ahora. ¿Cómo se siente? Ser codiciado hasta el punto de querer tomar todo de ti, de tu cuerpo, tu alma. Tu corazón literalmente será mío. Vamos a convertirnos en uno mismo.
Hanagaki no pudo evitar suspirar de placer. Lo quería, deseaba ser poseído hasta los huesos por Manjiro Sano. Pondría su vida en sus manos sin pensarlo dos veces. Y como si el universo fuera capaz de leer sus pensamientos, la oscuridad empaño su vista, sumergiendolo en un nuevo sentimiento nunca antes visto.
¿Acaso esto era amor?
Nota del Autor: Terrible resultado de andar hot, tener gustos raros y no saber escribir en modo sexo. Espero que al menos haya sido del gusto de alguien.
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