Sofia
Yo era la oveja negra donde fuera que llevara mi presencia, desde mi casa hasta la escuela, clases extras que mi madre me obligaba a tomar, incluso en la misma calle sentía como todos me veían diferente y a la vez no lo hacían, les era invisible.
En clase desde que la presión social comenzó a acecharme, comencé a escribir cortas historias en las cuales amaría vivir, era mi forma de salir de mi monótona vida.
Mas mi mente me cerraba toda clase de posibilidad de finales felices, era como si una parte de mi mente se burlara cada que pensara en un buen final, donde todo acabara bien, como un cuento de hadas.
Pero eso eran los finales felices, un cuento de hadas, yo decidía cada vez que creaba una nueva historia hacerla tan real como podía, prefería mantenerme en la visión de la realidad que había forjado a través de los años.
La vida es cruel y poco justa, lo sabía de primera mano y cada vez lo reflejaba en mi cuaderno lleno de mundos y tragedias.
Una mañana, mientras escuchaba con aburrimiento a la maestra de artes saqué mi cuaderno con cuidado y lo abrí en la hoja que iba, llegando casi a la mitad de capacidad de mi cuaderno, pero no me preocupaba acabarlo. Cada navidad mi abuela, quien me había fomentado el gusto por escribir, me regalaba uno y estaba a pocos meses de ser las fiestas, así que de hecho deseaba terminarlo cuanto antes.
Tomé mi lapicero y comencé a escribir, dejándome llevar por mi vaga idea.
Está trataba sobre una princesa perfecta o al menos lo fingía cada día frente los ojos de su pueblo. Mientras que en la soledad de su enorme cuarto el peor monstruo de todos la acechaba desde las sombras. Era el sentimiento de no ser suficiente, de que estaba sola ya que todo a su alrededor era tan falso como su sonrisa o la aparente familia perfecta que tenía cuando en realidad no era más que un matrimonio forzado, lleno de silencios y ella siendo la única hija, no tenía a nadie para compartir sus frías y desoladas tardes.
Si, tampoco lograba tramas muy alegres, tenía un sentido de realidad bastante nublado.
El sol de algo bueno no salía en mi presencia, aunque igual seguía creyendo que detrás de todas las nubes había un gran y brillante sol que moría por ver en todo su esplendor, debía ser real.
Aún tenía esa esperanza. Que después de la lluvia saldrá el sol, aunque temo que en realidad haya rayos, que empeore todo.
Más el pequeño momento en que el sol ilumine mi persona, los segundos que todo pare antes de la tormenta, será un respiro que atesorare.
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El chico que me escribió un arcoiris
Conto(En pausa) Ella estaba escondida bajo la lluvia, el la miraba desde el prado soleado. El le ofrecía su mano, la quería ayudar, pero ella no la veía. ¿Quién dice que después de la lluvia sale el sol? Cuando puede salir un arcoiris . . . . Portada por...