La noche más cálida del invierno

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Una vez fuera de la tina procedió a secarse, echarse un perfume, ponerse un top y unas bragas color celeste; y finalmente recostarse en su cama. Si bien hacía un frío infernal afuera en esa noche en particular, ella no lo sentía por la calefacción de su cuarto de hotel. Si hay algo que siempre la relajaba era estar semidesnuda en una con una almohada muy suave, y esta cama en especial cumplía con ese requisito. Se decía a sí misma quién necesita pareja cuando tienes una cómoda almohada para descansar, e instintivamente como con parejas del pasado la olfateó e identificó un agradable aroma a lavanda. Ese fresco aroma le creaban una paz interior que hasta había olvidado de cubrirse bajo las sábanas, se encontraba totalmente sumida entre el espacio entre el la conciencia y el sueño sintiendo que iba aproximándose cada vez más al segundo lugar.

Casi a punto de cerrar sus ojos se imaginaba haciendo turismo en este lugar, no le interesaba para nada las ciencias, pero si hubiera algo que siempre quiso hacer era esquiar. Se preguntaba qué marca de esquís debería comprar siendo una principiante pero pronto ese vago pensamiento fue interrumpido no por el sueño sino por el timbre de su celular que estaba reposando encima de su mesa de noche. Con la cabeza aún en la almohada buscó a ciegas el aparato y ni bien lo tuvo en su mano izquierda recién sacó la cara para verificar de quién se trataba: Chase Butler.

- ¿La guía de los invitados se realizó de acuerdo con lo planeado, Ruth?

- Buenas noches, Sr. Butler. -responde haciendo hincapié en el hecho de que ni la saludó- Sí, aunque muchos de ellos se quejaron por hacerla tan tarde. ¿Por qué me pidió que le diera el recorrido a esa hora de la noche si el protocolo dice que en estas ocasiones se puede posponer para el día siguiente?

- Fueron órdenes de arriba. Órdenes de las cuales no tengo injerencia alguna, Ruth. De igual forma, tampoco tendrías algo que preguntarme sobre lo que mis superiores indican. Te sugiero que sigas el mismo ejemplo.

- Entendido. -contesta en tono cortante.

- Me alegra que nos entendamos una vez más -dice en tono sarcástico- ¿no has olvidado la razón principal por la que te contraté verdad?

- Sí. El invitado especial que debo hacer sentir cómodo durante su visita... pero, ¿cuándo sabré de quién se trata?

- Lo sabrás cuando sea el momento idóneo, Ruth. Por ahora, estoy satisfecho con el trabajo que has hecho hoy.

- Gracias. Por cierto, quiero recalcar lo que acordamos: no tiene nada que ver con tener sexo con ese invitado, ¿no es así?

- Ruth. Ruth. Ruth... ¿acaso me crees tan ordinario como para usarla de esa forma?

- No, claro que no. Es sólo que...

- ¿Es sólo que qué? No me subestimes ni me rebajes al mismo nivel que tus empleadores anteriores. Tales artimañas solo son propias de los más perezosos proxenetas. Si te elegí para este trabajo es porque sé que eres la mujer más adecuada para realizarlo.

- De acuerdo. De acuerdo. Comprendo. No tiene que darme tanta explicación. No soy estúpida, sabe.

- Dices eso, pero estamos tocando un tema que ya había quedado claro desde el inicio.

- Lo siento. No volverá a pasar, Sr. Butler.

- Eso espero, Ruth. Buenas noches.

- Buenas noches, señor...

La somnolencia se había esfumado completamente de la cabeza de Ruth. Estaba sentada en su cama viendo el celular durante casi medio minuto. Tenía un sentimiento de intranquilidad que se hacía cada vez más grande. A pesar de que la intensidad iba aumentando, ella aún no podía reconocer cuál era específicamente el sentimiento que tenía.

SIMULACRO DE EMERGENCIAWhere stories live. Discover now