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Entre las copas de los árboles, a lo lejos se podía divisar las partes altas del castillo, y de fondo el cielo el cual se despejada, volviendo a su color azul celeste.

Mi madre durante todo el camino fue diciéndome lo que tenía permitido hacer cunado estuviera en presencia de los Lombardi, como siempre eran las misas 8 reglas que me decía antes de ir a cualquier lugar:

1._Espalda recta.

2._No hables sino te lo autorizan.

3._Se reservada.

4._No importan la circunstancia, mantén la compostura ante todo.

5.­_Sonríe.

6.­_Se amable.

7._Reprime tu curiosidad.

8._ Por favor, te lo imploro, no te metas en líos.

Estas reglas ya me las sabía de memoria, me las decían siempre, fácil dos veces al día, solo sonreí y afirme con la cabeza.

Y sin darme cuenta ya estábamos allí, entrando por el gran arco que estaba afuera de la residencia de los Lombardi, pasamos por unos hermosos jardines para finalmente darle la vuelta a una fuente que estaba en medio de la plaza.

El carruaje se detuvo, un lacayo abrió la puerta, mi padre por supuesto fue el primero que bajo, después mi madre con la ayuda de Dante mientas que hacia una pequeña reverencia,. Al bajar pude ver la casa de los Lombardi, claramente era más grande que la nuestra pues era un castillo, mi familia y yo vivíamos en una palacete situada en el corazón de Toledo, recuerdo con nostalgia aquellas rosas que cultivaba en secreto en la terraza de mi habitación, me preguntó se ya habrán marchitado.

-¡Bienvenidos bienvenidos!

Las puertas se abrieron de par en par dejando a la vista a Bennett Lombardi, quién nos saludaba efusivamente, a su lado se encontraba la señora Lombardi, está nos veía con una pequeña sonrisa, sus sirvientes ayudaron a los lacayos de mi padre a bajar el demás equipaje de los otros carruajes.

-¿Cómo les fue en el viaje? ¿Qué cuentan las aguas marinas?

-Fueron unos días largos pero nada que no cure el viento del mar.

Mi padre y el señor Lombardi se la pasaron charlando sobre sus aventuras del pasado, no me sorprendía, Bennett es el mejor amigo de mi padre, no se habían visto desde que nos mudamos a España, se notaba la felicidad en sus rostros., Mi madre por otro lado escuchaba atenta a la señora Lombardi quien estaba contándole maravillas de sus hijos.

Caminando por el pasillo del castillo llegamos al salón principal donde algunas personas estaban corriendo, estas estaban uniformados, todo los hombres usaban un Frac de color negro, que hacia juego con una camisa blanca, al igual que el corbatín y un par de distintivos mancuernillas de color dorado., Las mujeres vestían de mucamas, un vestido negro que llegaba hasta el tobillo, un delantal blanco el cual le cubría desde la cintura hasta poco antes de la rodilla y una cofia indumentaria.

-Espléndido trabajo que hacen con los preparativos.

Exclamo mi madre, la señora Lombardi sonrió dando lugar a unas escaleras.

-Deben de estar cansados después de todo el viaje, ¿por qué no se instalan y descansan un par de horas antes del baile, Francesco se encargara de que lleven todo su equipaje a sus habitaciones.

No fue si antes de entrar a la habitación que la señora Lombardi me llamo por mí nombre.

-¡Anna!, Anna, querida, nos encantaría que nos acompañarás a la hora del té, sé que Sebastián estará entusiasmado de verte.

Siendo sincera lo último que tenía ganas de hacer era ver a los hermanos Lombardi, sin embargo ¿Cómo rechazar tal invitación?, después de todo para eso estoy aquí, sin mencionar que me hospedare en su casa, no podre evitarlos para siempre., Me resigne a sonreí con gentileza, para responder "sería un placer", dice mientras hace una pequeña reverencia, levantando un poco el vestido.

-Si me disculpan.

Me di la vuelta, dando un gran suspiro mientras entraba a la habitación cerrando la puerta detrás mío, al levantar la mirada pude ver aquella habitación con detalle, era muy amplia, incluso más que la que tenía en España, esta tenía una cama y algunos muebles, entre estos se destacaba un pequeño estante donde ya hacían algunos libros con algo de polvo encima, me daba algo de tristeza saber que nadie los había leído en un largo tiempo.

En la habitación también había una gran ventana que daba al jardín trasero, donde se veía a un par de siluetas peleando con un par de espadas, una mesa y unos bancos de mármol con un lindo techo adornado de una enredadera con flores moradas., En esta estaba sentada la señora Lombardi y mi madre, con aperitivos sobre la mesa, sin mencionar a las sirvientes que estaban paradas detrás de ellas.

Ya a las orillas del jardín se podía ver algunos arbustos que formaban un laberinto, entre cerré los ojos para poder ver más lejos pero me fue imposible saber a dónde llevaba el laberinto.

Sabiendo que me esperaban para tomar el té, me aleje de la ventana, abrí una de las maletas que estaba en la habitación para buscar algo adecuado para la ocasión, la primera impresión es la que cuenta... ¿no es así?

Toc...Toc...Toc...

-Señorita Anna, me llamo Lisa, me preguntaba si necesitaba ayuda para escoger su vestimenta o su peinado...mi señora Elizabeth la está esperando.

-¡Oh! No, no, no...es decir, gracias pero yo puedo sola.

Decía detrás de la puerta mientras trataba de ponerme un vestido negro con toques de color dorado por la parte de enfrente, si algo detestaba más que cualquier cosa era que me trataran como una invalida, se me hacía estúpida la idea de necesitar ayuda para algo tan simple como lo que es vestirse o arreglarse.

-¿Esta segura? Déjeme entra, así le podría ayudar.

Después de unos minutos de insistencia logre terminar de cambiarme, di un pequeño suspiro haciendo que un mechón de mi cabello se retirara de mi rostro, camine hasta la puerta abriéndola y viendo detrás a Lisa, le sonreí de forma rápida para después decir.

-¿Lo ves? No hacía falta la ayuda, ya estoy lista.

La mucama me miro algo desconcertada, dio un paso hacia enfrente, subió su mano a la altura del hombro y acomodo el cuello de mi vestido.

-Listo, ahora si esta perfecta, por favor acompáñeme.

Me sonroje de vergüenza al ver cómo había olvidado acomodar esa pequeña parte de mi vestido, el lado bueno fue que lo vio Lisa y no alguien de los Lombardi.

Seguí a Lisa hasta lo que parecía ser una reunión con espectáculo incluido, lo gracioso era que aquel espectáculo lo protagonizaban Nicolás y Sebastián, en un combate de espadas, se oían los jadeos de cansancio y las risas de aquellos dos., Me senté a un lado de mi madre quedando de frente a la señora Lombardi.

-Disculpen la demora, tuve un pequeño percance buscando el atuendo perfecto.

El laberinto de los murmullos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora