Vísceras a flor de piel

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Llevaba escondido en esa casa, tanto tiempo, que perdí la cuenta.
La comida se había acabado hacía cuatro días, así que, hambriento, salí por primera vez.
Una vez en el exterior, corrí hacia un automóvil que estaba aparcado al otro lado de la calle.
Conseguí entrar, y busqué la forma de arrancarlo, esperando, que una oleada de zombies se me echara encima. Observé por el espejo retrovisor, y me topé de golpe con mi propio reflejo.
No me asustó mi piel podrida, ni mis ojos cristalizados, pero si ese cartel que aún llevo colgando del cuello, en el que se puede leer:
Soy un "NO MUERTO " por favor MÁTAME que yo no puedo.

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