Helio

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Era bastante probable que llegara a las diez, o a las diez y media a más tardar, por ello, dio unos pasos y buscó pegarse a la verja. Frente al portón caviló indeciso antes de hacer la consulta. El portero tardó en responder y luego retornó a su conversación amena con el docente.

A esta hora, la mayoría de maestros y estudiantes yacían en sus aulas. Le citaron para las nueve. Al no disponer de reloj tanteó evitando interrumpir nuevamente a los hombres. Los olores de la lantana se disparaban desde sus manos contra su agudo olfato. Y a sus ojos, matices de amarillo y rojo escoltaban en setos una descuidada palmera de Fortune. Enfrentó a la idea de que el hombre desconocía a Héctor y que él, por su lado, ya estuviera adentro, refunfuñando. Sólo había dicho un "no", y por su inmediata desatención era posible inferir muchas cosas. Mientras esperaba se reventó las espinillas de su frente. Y durante cuarenta minutos deshojó lantanas. Héctor por fin apareció cerca de las diez, vestido como solía, de casaca marrón y pantalón negro de Polystel. Bromeó con los dos hombres que platicaban largo.

Al cabo de un minuto ingresaron al interior del colegio cruzando el patio y el corredor. Héctor preguntó si había esperado bastante y como respuesta se escuchó un: "no mucho, señor..." En la cancha jugaban básquetbol las estudiantes y la bulla hacía eco en la amplitud de recinto. Hasta la puerta del almacén hubo algo más de cincuenta pasos. Ahí le pidió esperar un rato. Luego apareció portando una llave y sacó del almacén dos brochas y una cortadora eléctrica. Héctor era un hombre taciturno y poco conversador. Solía poner la radio a todo volumen. Era fanático de las cumbias y le gustaba en especial la música de Marisol y la Magia del Norte. La tertulia que le dirigió al muchacho para romper el hielo estuvo relacionada con la voluptuosidad de la artista. Después le pidió lijar las paredes y se puso a cortar mayólica. El muchacho halló escritos en las paredes del baño insultos de chicas contra chicas. En mucho tiempo creyó que aquella práctica fuera patrimonio exclusivo de los varones, pero estaba equivocado: las mujeres también escribían groserías. El encargo que recibió el maestro por parte de la Escuela consistía principalmente en refaccionar los baños, tanto de las estudiantes como de los docentes. Cerca a la puerta, Héctor cortaba la cerámica para el enchapado. A pesar de su timidez, Helio le hacía preguntas y Héctor le respondía con una voz ronca interferida por algo que al parecer le obstruía el conducto nasal. Le dijo que era natural de Iquitos y que se encontraba en Huamanga debido a que se había casado con la hija de la señora Casilda, una señora anciana y algo gorda que Helio acababa de conocer hacía una semana. La señora Casilda tenía cabellos cortos poblados por canas y era una anciana bonachona.

Helio trabajó durante varios días limpiando piedras amontonadas en el terreno de la señora Casilda, pircando pared con piedra y barro, trasladando maderas, haciendo leña de un árbol seco y sacando desmontes en los que abundaban grillos y viudas negras. Debajo de la tierra hallaba pupas negras, de gran tamaño, las que partía con el pico viendo emanar un líquido viscoso de su interior. Durante el día, las hijas de Casilda preparaban comida oyendo música de radio. A mediodía se sentaban a comer. Luego de comer la sopa y el segundo, Helio se ponía a trabajar. A las cinco y media de la tarde se acercaba hacia la señora Casilda para decirle que era hora de irse. Ella, le decía con cara sonriente que debía trabajar unas horas más. Y trabajaba hasta entrada la noche guiado por la luz de los postes de electricidad. Casilda le pagaba quince soles por el jornal. Ella le decía que tenía planes de convertir ese gran terreno en algo productivo, instalar un restaurant, alquilarlo como local o construir una cochera, con los cuales incrementaría sus ingresos económicos. Casilda tenía una hija que bebía con gran frecuencia. Su nombre era Genoveva. De vez en cuando se acercaba hacia él en su hora de salida y haciendo ironía de su propia condición, llorando le decía que, en vez de llamarse Genoveva debería llamarse "Que No Beba". Luego lo tomaba del brazo preguntándole sobre sus estudios. Él le decía que, habiendo culminado la secundaria, esperaba el inicio de las clases en la universidad, varadas en esos meses por la huelga de los docentes. El jueves, Casilda le preguntó si tenía conocimientos en albañilería.


CONTINUARÁ..... 

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⏰ Última actualización: Oct 20, 2021 ⏰

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