Mala suerte

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Exhalo parte de su frustración fuera de su cuerpo cuando piso un pequeño e incoloro charco de agua helada que se inmiscuyo en sus zapatos ya para nada brillantes.

Las manchas de lodo se extendían desde sus pies hacia arriba por su pantalon de vestir y su saco más abrigado, el paraguas sólo había protegido su cabellera que de todas formas estaba mojada y desordenada debido al accidente anterior en la oficina.

Dando unos pasos atrás en su día, había comenzado mal.

Se despertó dos horas antes de la alarma y no logró conciliar el sueño, para colmo, su esposo estaba teniendo pesadillas. El castaño sudaba y lloriqueaba sin embargo, sabía que no debía despertarlo, eso le había dicho. Según él tenía que resolver sus conflictos de sus sueños él solo y lo comprendía, pero eso no significaba que fuera placentero verlo de esa manera.

Simplemente arrastro sus dedos por el cabello del hombre hasta que se calmo y para esas instancias la alarma ya estaba por sonar.

De pie frente al espejo del baño notó sus ojeras y un espantoso punto blanco en medio de su frente, estaba hinchado y rosáceo alrededor de dicho punto, resopló. Acné? a esta edad!?

Abrió la ducha y para su placer había salido caliente y relajante más no pudo disfrutar de ello, tenía que correr para llegar al desayuno, eso tampoco funcionó. 

Su esposo obviamente aún estaba dormido y él no tenía tiempo para comer, se vistió rápido agradeciendo mentalmente a su hombre por haber preparado su ropa la noche anterior mientras él no estaba, demasiadas horas en el trabajo no le dejaban ver los ojos abiertos de él.

Llegaba cuando dormía y se iba mientras él dormía. Eran escasas las mañanas en las que él hacia el esfuerzo de despertarse temprano y hacer el desayuno pero Arturo no quería realmente que lo hiciera, no si él podía dormir un poco más a diferencia suya.

Bajó al garage de la casa casi trotando e intentando no hacer demasiado ruido con la puerta, que había prometido arreglar y al final nunca lo hizo, para después subirse al carro, colocar la llave y girarla. El carro no encendía.

Arturo quería patear y gruñir mas se limitó a apretar los dientes y volver a intentarlo, no funcionó.

Ahora debía correr a tomar el bus, por que no le gustaban los taxis, le parecían costosos y los choferes eran unos timadores. Sin embargo los minutos se hicieron media hora y ya estaba quince minutos tarde al trabajo, su pie no dejaba de moverse viendo que el sol aun no alumbraba lo suficiente a través de las espesas nubes londinenses y un grupo de hombres completamente abrigados caminaban juntos hablando en susurros, un escalofrío le recorrió sabiendo que posiblemente podrían robarle.

No se dio cuenta que contenía su respiración hasta que el grupo paso por su lado y ni siquiera voltearon a verle, sostuvo su maletín con fuerza por delante de su cuerpo casi sonriendo al ver el bus.

En su oficina estaba acostumbrado a ser de los primeros jefes en llegar, sin faltas y dando todo su potencial, energía y esfuerzo en llevar a todo el grupo adelante, no desperdiciar ningun talento humano que potencie la empresa y beneficie a todos. Muy querible y amable él tenía a un gran grupo de empleados que lo adoraban y otros que simplemente no congeniaban con el por muchos motivos.

Por ser demasiado guapo, demasiado talentoso, ser el jefe, tener un buen carro, una bonita casa, tener cabello suave y fragante, un increíble porte escultural y sonrisa de 100k. Es decir, eran unos envidiosos.

También decían que era arrogante, derrochador, jugador, malicioso, hipócrita; pero sobre todo, lo odiaban por tener un esposo tan perfecto, increíble, hermoso y hombre. Sí, aún en estas épocas.

Flufftober 2021 [ Merthur ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora