Capítulo 1: "Profanadora de vírgenes"

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Capítulo 1: Profanadora de vírgenes.

Ashley. 

El chico que estaba sentado frente a mí me parpadeó varias veces y comenzó a jugar con la pulsera de cuero en su muñeca. Cosa de la que me había percatado que hacía al estar nervioso.

-¿Estas de broma verdad?- una pequeña sonrisa esperanzada se deslizó por sus labios, pero se esfumó al ver que mi expresión no cambiaba. –P-pero no p-puede ser- se pasó la mano izquierda por el pelo rubio parándolo en todas direcciones.

-No es muy difícil de entender Daniel- miré mis uñas de forma desinteresada para volver mis ojos en su dirección y dedicarle una mirada gélida. –Ya me cansé de ti. Esto se acabó.

-P-pero tú y yo… no-nosotros- comenzó a balbucear y reí lo que llamó su atención.

-Nunca hubo un nosotros cielo. Solo fue sexo y ya- me recosté en el asiento para tener una mejor perspectiva del momento a continuación.

Daniel me observaba completamente perturbado como si el mismo Satanás estuviera frente a él. Pasó sus manos por su rostro para luego enterrar sus dedos en su cabellera rubia. Clavó sus ojos azules en mí con súplica reflejada en ellos, y hubiera caído ante tal mirada de cachorro en algún tiempo, pero no ahora.

Nunca más.

-Pensé que habías cambiado- tragó y aclaró la voz que le había salido rota en la última palabra. –Creí que eras diferente- murmuró negando para sí mismo.

-Esa es la cuestión Daniel- me paré y acomodé mi bolso sobre la parte interna del codo. –La gente no cambia. O sino nunca lo hace para bien- tiré un billete de veinte sobre la mesa para pagar la cuenta. –Lamento que no estés a mi altura- me frené e hice una mueca como si lo volviera a pensar. –No espera. No lo lamento- y me retiré con mi mejor sonrisa de perra plantada en mi cara.

Tiré mi cabellera rubia hacia atrás de mi espalda y caminé con la cabeza en alto con una expresión de satisfacción plantada en el rostro.

Estaba tan concentrada en leer los mensajes insistentes de Cara sobre si lo había hecho que coqué mi hombro con alguien y casi pierdo el equilibrio sobre los tacones si no fuera que me llevé por delante a una chica más pequeña que yo.

-Hey ¿Estás bien?- le tendí la mano a la chica que estaba tirada de culo en el piso y me miró de arriba abajo para arrugar la nariz con asco.

Se levantó sola del suelo sacudiendo la parte trasera de sus jeans y tirando de nuevo la capucha  de la enorme sudadera sobre su cabeza tapando su cabello de un color avellana con puntas violetas.

-Mira por dónde vas plástica- escupió con un poco de siseo por el indescriptible uso de frenos. 

Me pasó de largo rápidamente y pude adivinar sin voltearme que había metido las manos en los bolsillos de los pantalones, se había colocado los auriculares que colgaban del cuello de la sudadera y podía apostar que caminaba hasta más encorvada que antes, mirando sus propios pies avanzar.

Suspiré. Una vez había sido alguien igual a ella, pero jamás dejaría que el encuentro con esa chica me afectara.

Yo ya no soy así.

Acomodé mi bolso esta vez en mi hombro y apresuré el paso para no llegar tarde.

¿Estás segura que no escapas del espejismo de tu pasado?

Negué para mí misma. Mandé de una patada en el culo a esa voz a fondo de mi cerebro encerrándola en un cuarto negro y oscuro con llave. Un cuarto lleno de arañas, serpientes y bulldogs rabiosos de tres cabezas.

Despídete de tu virginidad niñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora