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La humanidad se cae a pedazos...

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Escuché el chasquido de un encendedor cerca, volteé la cabeza y me encontré a una chica de pelo corto, tenía la cara oculta con la capucha del suéter negro que llevaba. La muchacha sonrió al sentir mi mirada, más no se movió.

Yo tenía una caja de cigarrillos entre los dedos, no podía encender ninguno porque había olvidado el mechero en casa. Prácticamente la chica me estaba ofreciendo que le pidiera prestado su encendedor, seguro quería un cigarrillo a cambio, porque si no me lo ofrecería sin más.

Me acerqué a aquella castaña misteriosa y me planté en frente suya. Era claramente más alto que ella, y ella claramente menor de edad que yo. Seguía ocultando el rostro en la penumbra de su capucha y jugaba con el mechero sonriente.

— Préstame esa cosa hasta que me acabe esta caja y te compraré unos cigarrillos o lo que quieras. — negocié.

La muchacha levantó su mirada marrón hacia la mía. Rápidamente noté que no era una chica de pelo corto, si no un chico de cuerpo pequeño y cabello largo hasta los hombros. Sus ojos cafés brillaron y me miraron inexpresivos, se quitó el gorro que le cubría y se arregló juguetonamente su pelo del mismo tono café de sus ojos. Café color chocolate.

— Que directo... — su voz sin duda era la de un chico en plena pubertad — Se dice por favor — dijo en un todo venenoso y me tendió el mechero con una sonrisa igual de ponzoñosa.

Lo tomé y saqué un cigarrillo, deje la pequeña caja de estos sobre el murillo en el que él se estaba apoyando por si quería tomar uno, y me apoyé yo también imitando su postura. Al encender el cigarrillo comencé a fumar tranquilamente.

El castaño se quedó en silencio, viendo la cancha de básquet casi bobotizado. Lo observé disimuladamente y me pregunté lo que una persona común haría.

¿Qué hace un niño como él solo en un lugar como este?

La calle dónde vivía mi hermana no era la más segura de toda la ciudad. Tenía baja iluminación y era el lugar favorito para los que no hacían cosas buenas, un buen padre no sería tan irresponsable como para dejar a su niño solo por ahí. A lo mejor se había escapado, o no le importaba demasiado a sus padres. Sentí lástima en solo pensar en que las cosas en su casa no iban muy bien.

Me giré hacia él y vi como estaba encendiendo un cigarrillo entre sus labios, me sorprendí ya que hace un momento tenía el mechero entre mis manos pero ahora él estaba jugando con este con su mirada indiferente y aburrida. Solté el humo en mis pulmones.

— ¿Cuántos años se supone que tienes? — pregunté mostrándome desinteresado, pero estaba ansioso por la respuesta.

El muchacho se rio entre dientes casi burlonamente, se apartó el cigarrillo de los labios y soltó el humo con experiencia.

— Tengo catorce.

Casi me dio un mini infarto al escucharlo, el muchacho se veía menor pero no pensé que tanto, le había calculado unos dieciséis o más. Di una calada de humo para disimular mi asombro.

— Eres joven. — dije y solté una risa, el castaño sonrió agriamente más no se rio, lo cual me incómodo debido al silencio. — ¿Y tus padres? — pregunté por fin y el menor sonrió más ampliamente pero seguía siendo igual ácido.

Levantó un pie y apagó el cigarrillo con la suela de su zapato, este era extrañamente brillante y femenino para su aura tan apagada. Tiró el cigarrillo apagado por el césped y se incorporó alejándose un poco del murillo en el cual yo estaba aún apoyado, suspiró y me dio la espalda.

— Mamá probablemente está descansando en el sofá de mi sala comiéndose la comida que le hice. — explicó elevando la voz para que le oyera, sonaba totalmente seco y sin expresión — Y Papá se fue a por la lotería... Y seguro ganó porque ya no volvió en diez años.

Hubo un momento de silencio en el que hice una mueca sintiendo pena por él, pero de pronto escuché su risa amarga pero con humor. Le miré confundido, él seguía estando de espaldas a mí.

— Acabo de usar una frase de Iron Man 3 que siempre he querido usar. — dijo entre risas y se subió la capucha a la cabeza. Se giró completamente serio hacia mí, como si en ningún momento hubiera reído, me tendió nuevamente el mechero — Quédatelo, un regalito por ser el primero al que le importa.

Le miré con confusion en la mirada, más el castaño no hacía más que mirarme con la expresión neutra, como si no tuviera ni un sentimiento.

Tomé el encendedor resignado y el castaño se alejó pasando por la cancha de básquet, se perdió de mi vista al cruzar un desolado callejón...

Me fuí a casa unos minutos después. Y no pude olvidar a aquel chico cada vez que encendía un cigarrillo con ese mechero que me dio.

Sáb. 2 de oct
10:32 A.M.

840 palabras...

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