Capítulo 1: La señal

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Nota: Reproduzca la música 👆🏻

Jethro>

La alborada me encontró despabilado, sus débiles rayos entraron irreverente por mi ventana anunciando un nuevo día. Un dolor punzante traspasó mi cien; apreté con fuerza mis ojos cansados y estrujé mi mano contra mi cara intentando salir del trance.
Siempre estuve rodeado de lujos, pero nada bastaba para mi. El olvido y el abandono no lo compensa el dinero. Mi madre se fue cuando era apenas un niño (eso dijo mi padre y le creí) y desde ese entonces aprendí a odiarla, a culparla de mi vida miserable al lado de un hombre al que nunca le importé. Se fue tejiendo en mi una maraña de amargura, odio y rencor hacia todo lo que me rodeaba. Sin embargo, cuando conocí a Sara, algo cambió. Un sentimiento diferente comenzó a nacer en mí, fue la única que me vió cuando era invisible. Me enseñó que no debía aceptar con resignación los golpes de la vida; que debía luchar contra todo y todos. La amé desde el primer instante, solo ella podía domar la bestia que vive en mi. Sara, era la única conexión con mi lado humano, sin ella solo era un ser vacío, incapaz de amar, de sentir. Mantuve siempre la esperanza de que ella algún día me amara, pero nunca fui correspondido. Reprimí ese sentimiento por mucho tiempo, sintiendo que me quemaba el pecho al verla con otro. Me mantuve lo más lejos posible, me había resignado a que nunca me amaría. Ella era feliz, al menos eso creía hasta que un día ella tocó a mi puerta, necesitaba mi ayuda en algo un poco escabroso. Ahí supe que su vida no era como imaginaba, que la obsesión por ese hombre la había llevado a recaer. Después de tanto tiempo volvíamos a tener esa complicidad como cuando éramos niños, y eso me gustaba. Tenerla cerca revivió el fuego de ese amor que sentía por ella. Al darme cuenta que no era feliz como pensaba, decidí mantenerme cerca para cuidarla; protegerla. Amarla.

—Maldita sea —rujo y lanzo contra la pared la copa de licor. Los pedazos de vidrio vuelan por doquier. Un sollozo se escapa de mis labios y apresuradas lágrimas recorren mis mejillas. Me levanto del sofá y con pasos titubeantes camino en dirección a la recámara. Me detengo en el umbral y contemplo detenidamente el traje negro que descansa sobre la cama. Me pierdo en mi mente por unos instantes....'Me encuentro en una iglesia, llevo puesto ese elegante traje negro, se abre la puerta principal y entra ella, hermosa, radiante, vistiendo un hermoso vestido blanco, camina hacia mí con una sonrisa, parece un ángel, es la mujer más bella que he visto en mi vida y yo soy un maldito afortunado de hacerla mi esposa'.

Un sonido intermitente me devuelve a la realidad. Miro el reloj que marca las 8:30, "debo apresurarme, no puedo hacerla esperar" ,pienso.

El cielo que presumía al alba con soberbia sus fulgurosos rayos dorados, estaba siendo abatido por un ejército de nubes grises que lo cubrían como una gran cortina de humo. Las ráfagas de viento jugaban con las hojas secas haciéndolas danzar en un interminable vaivén. Con pasos firmes camino a su encuentro, la puedo ver a la distancia. El crujir de las hojas al ser pisadas imitan los crujidos de mi corazón, que se va quebrando en cada paso que doy. Llego frente al ataúd y siento que mis rodillas son muy débiles para mantenerme en pie. Su cara refleja paz, la paz que nunca tuvo cuando aún vivía. Pareciera que está en un sueño, está hermosa y serena. El viento sopla y arranca con violencia las hojas muertas de los árboles, su silbido hace contraste con el silencio sepulcral.

—Hola, Sara, aquí estoy, como siempre, a tu lado —digo envuelto en llanto y mis lágrimas caen en su regazo —Solo he venido a abrazarte por última vez, a decirte que te amo, que siento haberte fallado. Que ya puedes descansar, que no necesitas seguir luchando, que ya puedes detenerte. El telón ya cayó, este es el final —la inclino un poco hacia delante, con un brazo la sostengo por la espalda para así poder abrazarla por última vez, un nudo se atraviesa en mi garganta al sentir que en su cuerpo comienza a hacerse rígido. Su mejilla helada quema ni nuca. La abrazo más fuerte como si esperara alguna reacción de su cuerpo inerte, pero es imposible y mi alma se desgarra ante la realidad.

—Te amo, habría hecho el mundo arder solo por retenerte a mi lado. Te amé a pesar de ti misma y te amaré a pesar de la muerte. Tal vez haya un lugar donde podamos reencontrarnos, el cielo no, no somos los suficientemente buenos para entrar ahí, pero estamos condenados al infierno, allí te encontraré amada mía. —La acomodo nuevamente en el ataúd, acerco mis labios a los suyos para darle el primer y último beso. Sus labios están muy fríos y han tomado un tono lila —ya es hora, adiós, Sara —le susurro.
Una suave llovizna empieza a caer, limpio mis mejillas y doy media vuelta dispuesto a marcharme cuando siento una mano fría que me sujeta de la muñeca. Mi sangre se congela por un momento y escucho una voz balbucear:
" Jethro, sácame de aquí".

Despierto sobre exaltado, mi corazón palpita aceleradamente y unas gruesas gotas de sudor corren por mi frente. Me levanto y salgo a toda prisa en busca de Yuri.

—Qué te pasa, Jethro, pareciera que viste un fantasma —inquiere, Yuri con sorpresa.

—Es Sara —exclamo agonizante —ella me necesita, debo sacarla de ahí.

SARA -Resurretcion (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora