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A mi padre,

Estos últimos días, mientras iba de un lado a otro, mientras me apresuraba por acabar el último manuscrito de mi carrera literaria, me persiguió una pregunta: ¿Qué clase de hijo sería yo si habiendo premeditado mi muerte, no le dejo unas últimas palabras a mi padre? Así que, vergonzosamente, de alguna manera, esta carta es el intento desesperado por acercarme a ser el hijo devoto que siempre quisiste que fuera.

El bolígrafo en mi mano ha permanecido estático por largos segundos. No he querido tocar el papel. No he podido escribir... te. Cuando se trata de ti, las palabras se me escapan. No sé qué decirte. ¿Nos conocemos? Vivimos en la misma casa por diecinueve años, pero, ¿nos conocemos? ¿Te conozco yo?

Aun si no sé quién eres, además de mi padre, a este punto de la noche, no soy capaz de odiarte.

Esta carta, además de un errático compendio de pensamientos, es una expresa petición. Padre, aunque hace años abandoné mi vida allá, no he olvidado a mi hermano. ¿Recuerdas cuando me enteré de su existencia? Cuando me enteré que tenías un hijo con una mujer que no era mi madre. Ese mismo día, tú te enteraste que yo había terminado con Lucie. Lo sospechabas, ¿no? Que yo no la deseaba. Que la gente rumoreara sobre un muchacho con el que yo pasaba demasiado tiempo a solas solo azuzó más tu mente. Te enojaste. Ese día, cuando volví a casa, me tomaste del cuello y te encerraste conmigo en el sótano. Me golpeaste hasta que tus manos también sangraron. Me hiciste jurar que nunca mencionaría a tu otro hijo. Luego, cuando mi madre me vio, le dijiste que yo me había peleado con unos chicos de la calle. Supongo que estabas realmente asustado de que tu secreto saliera a la luz. De todos modos, yo no pensaba decir nada. También estabas furioso, frustrado, porque yo no podía ser como tú. No quería encargarme del negocio familiar y mi novia, la del buen apellido, se había ido para siempre por mi culpa, porque yo la había apartado. Mientras recuperabas fuerza para volver a golpearme, me escupiste que jamás podría vivir del arte. Como si a los artistas nos gustara mucho vivir, papá. Me tomó semanas recuperarme. Sentía que mi cuerpo había caído por un barranco. Te confieso que todavía me duele la espalda cuando permanezco mucho tiempo de pie.

Padre, sé que tu hijo lleva tu nombre. Por favor, no lo críes para ser una extensión de ti. Déjale vivir a su manera, que solo así podrá encontrar felicidad. Esta es mi petición.

A mi madre, por favor, dile la verdad. Este es un ruego.

Adiós, papá.


Jaemin

THE LETTERS (Nomin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora