Magia accidental

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Harry Potter, de siete años, miró asombrado la zona de juegos. Era muy raro que viniera aquí. Por lo usual, lo encerraban en su alacena cuando su tía sacaba a su primo, pero hoy tuvo suerte. Había techadores trabajando en la casa que lo habían visto esa misma mañana, por lo que la tía Petunia no podía fingir que solo había un niño viviendo allí. Dudley había hecho una rabieta en el coche ya que no quería que Harry arruinara su diversión, así que desde que llegaron, la tía Petunia lo sentó en la caja de arena y le dijo que jugara allí. A Harry no le importó. Estaba afuera y rodeado de niños que no lo conocían como el extraño primo de Dudley Dursley. Aunque ninguno jugaba con él. Aún lo encontraban extraño, pero era porque se encontraba en la caja de arena con los bebés. Sin embargo, al menos no huían de él como los que lo conocían; Dudley tenía una forma de asegurarse de que Harry nunca hiciera amigos. Disfrutando de su día, Harry no se dio cuenta cuando la caja de arena se vació y una sombra se proyectó sobre él.

—Hola, Dudley —dijo Harry vacilante, sabiendo que su primo no estaba allí para jugar con él.

En respuesta, Dudley pisoteó el castillo de arena que Harry hizo.

—Eso no fue muy bueno, Dudley —comentó Harry con sarcasmo.

Dudley decidió que no le gustaba ese tono.

—Eres un monstruo, Potter —afirmó, empujando a Harry.

—Lo sé, siempre lo dices. Ahora, ¿por qué no mejor vas a coaccionar a un adolescente para que te haga compañía?

Dudley entrecerró los ojos mientras pensaba en lo que dijo Harry. No era el niño más listo —de hecho, él no repitió año gracias a que sus padres se quejaron con el director—, por lo que le tomaba unos minutos entender las frases largas. Así que el pasatiempo favorito de Harry era usar las frases más largas que pudiera para confundir a su primo.

—Debería... debería...

—Ir a buscar a un adolescente.

Harry comenzó a reconstruir su castillo de arena mientras esperaba que Dudley entendiera sus palabras. Por desgracia para él, Dudley decidió pisotear su castillo de nuevo mientras pensaba y Harry se frustró. Fue entonces cuando las cosas comenzaron a ir mal, como siempre sucedía cada vez que Harry se frustraba o asustaba. De repente Dudley fue empujado a un lado y la arena comenzó a reorganizarse en el más gigantesco castillo que Harry jamás había visto. Harry lo observó con asombro, aunque otros pensaban diferente.

—¡¿Lo viste, mamá?!

—¡El castillo de arena se construyó solo!

—¡No, el niño lo hizo!

—¡Fue como magia!

—¡Mamá! —gritó Dudley—. ¡Mamá, Harry me empujó!

Harry tragó con dureza y retrocedió cuando su tía apareció.

—¿Qué hiciste? —siseó Petunia, agarrándolo del brazo sin importarle si le dolía y se lo llevó arrastrado—. ¡¿Qué hiciste, monstruo?!

—¡Nada! ¡Juro que el castillo de arena se construyó solo!

—Los castillos de arena no se construyen solos —regañó Petunia mientras se acercaban al auto.

—Disculpe, señora.

Petunia se giró hacia la voz y de inmediato se convirtió en una tonta bobalicona como siempre hacía cada vez que tenía que explicar algo extraño que había hecho el niño Potter. Su actuación desapareció cuando vio el palo que el hombre sostenía.

—¡Tú! —gruñó—. ¿Fuiste tú quien hizo eso? ¿Cómo te atreves a usar tus monstruosidades con gente normal?

—¿Perdone? —dijo el hombre confundido.

Más allá de la superficieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora