Capítulo 1.- Pesadilla en la madrugada.

Sentía como el gélido frío se acumulaba en mi piel, incapacitándome realizar cualquier posible movimiento.

Da igual a que punto dirigiera mi vista, pues todo lo que alcanzaba ver era oscuridad. Una oscuridad que hacía temblar mi cuerpo.

Unas lágrimas resbalaban lentamente por mis mejillas, llegando así a tocar el suelo, donde desaparecían como si nunca antes hubieran existido.

¿Qué hago aquí?
¿Dónde estoy?
¿Qué debo hacer?
Esas y muchas más cuestiones rondaban por mi cabeza mientras una marea de lágrimas se precipitaban por mis mejillas.

P a d r e, ¿ p o r  q u é?

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Narra Ivlis:

Debían de ser al menos las dos de la madrugada cuando aconteció aquello.

Yo dormía plácidamente, sin más preocupación que la de olvidar todo el estrés acumulado día tras día.

Cuando menos me lo esperaba escuché una voz feminina, extremadamente aguda, seguida después de una voz masculina, algo desagradable y ronca y, por último, una voz también feminina, bastante dulce.

— ¡Papi, papi, papi! ¡Despierta! — No dejaba de repetir la voz aguda.
— Seesh, Poemi, no grites tanto, joder. — Protestó la voz masculina.
— Par de idiotas, dejádmelo a mí. — Replicó la dulce voz feminina, para, acto seguido, palpar suavemente mi espalda.

Como reacción yo di un gran salto hacia el aire, saliendo de las sábanas que cubrían mi cuerpo.
Por un momento pensé que terminaría cayendo en el duro y frío suelo, pero, por suerte, Rieta, la dueña de la dulce voz femenina, logró atrapar mi cuerpo entre sus dos grandes garras rojas.

— ¡Señor Ivlis! ¿Se encuentra usted bien? — Interrogó Rieta con gran preocupación.
— ... Sí, estoy bien. ¿Por qué lo preguntas? — respondí yo mientras lograba ponerme de pie.
— Joder, estabas gritando y moviéndote de un lado para otro como si te estuvieran violando o algo... — habló la voz ronca de una manera impertinente, la cuál pertenecía al idiota de Emalf.

Al escuchar aquello un intenso sonrojo cubrió mi rostro a la par que lanzaba un gran grito, en defensa a esas palabras de el imbécil de mi subordinado.

— ¿¡Cómo se te ocurre decir eso!? Idiota... Te mataré--- — No logré terminar de hablar, pues la dueña de la aguda voz se abalanzó sobre mi cuerpo, haciéndome caer nuevamente sobre la cama.

— ¡Papi! ¿Ya estás mejor? ¡Parecía que tenías una pesadilla! Uhm... — La pequeña, cuyo nombre era Poemi, habló con gran rapidez, fijando su mirada preocupada en la mía.

El idiota de Emalf dió un suspiro al ver aquello, pues se había librado de una buena reprimenda por mi parte.
Sólo por esta vez...

Entre tantas preguntas y preocupación yo me sentía increíblemente agobiado, pues entre tener a Poemi sobre mí y a Rieta extremadamente cerca de mi persona era algo... ¿Intimidante? Aunque no puedo decir que lo odiaba.

Tosí repetidas veces para llamar un poco la atención y que las dos muchachas cesaran con sus agobiantes preguntas.

— Mirad, no importa lo que haya pasado, tan sólo fue una pesadilla. Ya estoy bien. —
Rieta, al escuchar aquello, se levantó de un salto de la cama, pasando a decir, a una rapidez mareante. — ¿Así que fue una pesadilla? Oh, Señor Ivlis... ¿Quiere que me quede a dormir con usted? — resaltó la última pregunta mientras esbozaba una mirada lasciva, guiñándome disimuladamente un ojo.

Nuevamente mis mejillas se tiñeron de un color rojizo, esta vez aún más intenso.

— ¡R-Rieta! ¡No hace falta! ¡Enserio! Estoy bien... —
— ¿Está seguro? Si quiere puedo cantarle una canción para dormir mejor... ~ —
— ¡E-Eeek! Estaré bien, lo prometo. —

Emalf y Poemi observaban con incredulidad aquella escena, riendo también por lo bajo.

Poemi miraba a Rieta con una mirada desafiante, ¡hah! ¿Celos? Probablemente.
Se pelean por dormir conmigo. Aunque, la verdad, ¿a quién no le gustaría dormir conmigo?

Una vez logré que cada uno de mis subordinados volviera a su respectiva cama me acosté en la mía, cubriendo mi cuerpo con las sábanas de nuevo.

¿Qué había sido ese sueño?
La verdad, no lo sé bien...