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Mikey yacía con la cabeza sobre la almohada, su linda boquita entre abierta, el cabello tan negro como ébano cayendo por su frente, haciendo contraste con su blanca y suave piel.

Draken sonrió atrayendo el desnudo cuerpo de su novio, sintiendo como este trataba de cubrirse medio dormido, con sus abultadas mejillas pintadas en un rojo intenso.

—Hey,—dijo Ken con voz
ronca, acariciando la espalda del
contrario.—son las diez...

Le dio un pequeño pellizco a uno de los redondos y pomposos glúteos de Mikey, quien hizo un pequeño ruido de molestia. Se removió entre los brazos de su mayor, tratando de escapar al recordar el por qué se encontraban tal y como Dios los mandó al mundo.

—No me toques.—pidió cuando
estuvo al otro lado de la cama,
envuelto en las sábanas sedosas.

Muriendo de vergüenza, se dio cuenta de que Drakem por lo menos llevaba boxers, él en cambio sólo sentía pegajoso allí abajo.

—Uh, enano, me preguntaba si te
duele...

—Dios, ¡no! ¡Cállate!

—O si te sientes un poco sucio.— Ryuguji  continuó, un poco burlón al ver como su lindo novio le daba la espalda desde el otro extremo de la cama.

Sonrió, acercándose a Mikey, quitando la sábana poco a poco.

Observó la silueta de su novio, viendo varias cicatrices en sus caderas, justo en donde se encontraban aquellas estrías que él tanto amaba. Pegó su tibio cuerpo a la espalda de Mikey, acariciando con la yema de los dedos la zona que años atrás, había sido lastimada.

Por alguna extraña razón, Draken no había preguntado por ellas la noche anterior. Pero estaba claro el hecho de que en ese momento a quería explicaciones.

Sano temblaba, sin poder evitar soltar unas cuantas lágrimas.

—Eres hermoso, amor.

Holap, volví después de no sé ¿2 meses? So- estoy haciendo una historia pero no sé sí publicarla

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Holap, volví después de no sé ¿2 meses? So- estoy haciendo una historia pero no sé sí publicarla.

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