Capítulo 2.

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Mi cuerpo yacía en una gran y cómoda cama inchable.
Entre-abrí despacio los ojos, paradógicamente me sentía incómoda estando tan cómoda y segura.

—Eh, al fin despiertas.—musitó despacio una voz ronca y masculina que se encontraba dentro de la gran, sucia y vieja tienda de campaña en la que me alojaba.

No respondí. No dije nada.

—¿Estás bien?.—se acercó a mi. No podía ser, no era real.

—¿Andrew Lincon?.—dije anonadada.

—Sí, suena irónico, ¿verdad?.—rió.

De manera exagerada, empezó a poner poses, como si eso fuera una entrevista y yo un paparazzi.

—¿Qué haces?.—pregunté al momento.

—Oh... Nada, no estoy acostumbrado a que me reconozcan, ya sabes, los caminantes no conocen a nadie.

Un chico entró por la puerta, pero no cualquier chico; Chandler Riggs.

—Andrew, ¿está bien?.
Mis ojos se abrieron como platos, no podía creermelo. Tragué saliva. Mi cuerpo empezó a estremecerse y a morirse de vergüenza, como si Chandler supiera que antes moría por conocerle. Mis paranoias hacían que cada vez mis mejillas se pusieran más y más rojas.

—Sí, claro, os dejaré a solas, al fin y al cabo tú has sido quien la has traído.

Chandler asintió con una sonrisa mientras Andrew se marchaba.

—Encantado,—me tendió su mano—soy Chandler Riggs.—se presentó educado.

—Elena.—dije seca sin responder a su apretón de manos.

Él bajo la mano y se rascó la nuca.

—Me gusta tu nombre, es bonito y original.

Asentí acomodándome al borde de la colchoneta que utilizaban como cama.

—Tengo unas preguntas para ti. La primera es: ¿cuántos caminantes has matado?.—me miró entusiasmado, como esperando una respuesta animada y llena de historietas irreales.

—¿Acaso eso importa?.—reí sarcástica, cosa que no le agradó mucho. Removió sus labios por dentro y se aclaró la voz.

—Perdona, pero creo que yo soy quien hace aquí las preguntas, si no quieres puedes irte de aquí ahoramismo, desnutrida y sin munición, eres libre de hacerlo.—cruzó los brazos y se inclinó hacia mí.— O puedes quedarte y responder de una jodida vez a mis preguntas, ¿qué decides?.-sus ojos celestes se clavaron en mi, ya nada iba más allá que su mirada fría clavada en la mía.

Aparte la vista.

—Bueno, vale.—respondí resignada.

—Buena chica.—dijo sonriendo.—Ahora, responde.

—Muchos, no los cuento, ¿sabes?, yo no estoy tan enferma como para contarlos, ¿acaso tú sí?.—le miré desafiante.

—Escuchame Elena, y escuchame atentamente.—se levantó de la silla y sostubo mi mentón en sus manos mirando en su dirección, mucho más arriba que mi cabeza.—No me vuelvas a responder a una pregunta con otra pregunta, ¿entiendes?, nunca.

Di una bofetada a su mano y me soltó.

—¿Quién te has creído que eres para tocarme?.—dije acercándome a él.

—¿Hace falta que responda?.
Justo cuando terminó agarré con fuerza su barbilla y acerqué su cara a la mía.

—Nunca más me vuelvas a responder a una pregunta con otra pregunta, ¿entiendes?, nunca más.

Agitó su cara y arranco mis manos de su barbilla; me senté en la misma posición que antes.

—Preferiría que me hiciera otra persona las preguntas.—me quejé.

—Pues te aguantas, porque voy a ser yo, sigamos: ¿cuántas personas has matado?.

—Dos.—musité fría.

—¿Por qué?.—se interesó el castaño.

—Necesitaba sobrevivir, y matarlas me ayudó a hacerlo.—retiré la mirada hacia la puerta de la tienda de campaña; aunque se creyeran que no, llevaba toda la entrevista notando como entre cinco y seis personas se asomaban interesados a cotillear.

Te quiero sin querer [Chandler Riggs].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora