Alzar el vuelo había sido tan fácil durante los días de adolescencia que ahora se arrepentía de no haber disfrutado esos preciados momentos desde el principio. El final de todo lo que había alcanzado era tan sólo el inicio de un camino más empedrado, un sendero donde ahora tenía que caminar por su cuenta; ya no existía el equipo ni el club; los partidos y entrenamientos llegaron a su fin, al igual que las risas, las bromas y las disputas; sus compañeros también se habían embarcado en sus propias aventuras y, el primer amor, se había anexado como un recuerdo más en la cinta de los momentos que deseaba olvidar y atesorar al mismo tiempo.
Estaba solo, ahogado, estancado; dejando que el tiempo cumpliera su cometido de hundirle cada vez más en su propia y miserable amargura. La realidad no tenía piedad con los principiantes, volverse adulto no era una transición sencilla. Estaba cayendo sin red de apoyo ni paracaídas, ¿o era su mismo mundo el que se venía cuesta abajo? Pareciera que su destino era el de caer apenas pusiera un pie en la superficie del mundo real.
Fueron varias las ocasiones en las que se aferró a su propia fortaleza y se creyó lo suficientemente capaz de abarcar el futuro venidero. Desde el punto de partida todo parecía tan brillante que se confió, incluso se soñó a sí mismo como un optimista que podría cumplir todos sus objetivos. Logró vislumbrar la meta desde el inicio del sendero antes de que la niebla oscureciera su panorama, pensó ingenuamente que podría volverse aquella persona que muchas veces prometió ser cuando era un niño.
Ahora no quedaba nada. La única opción viable era echarlo todo por la borda antes de que la vida misma se encargara de empujarle al vacío, aunque esa opción también era algo que le aterraba... No quería rendirse, pero en ocasiones la pesadez en su pecho lograba estancarle en su sitio, simplemente añorando, observando cómo la mala racha continuaba empapándole cual lluvia fría, anhelando el pasado como aquella página que hace tiempo había dejado atrás.
El timbre del celular le despertó antes de que la alarma lo hiciera. Lo primero que vislumbraron sus ojos fue el blanquecino techo, aún borroso por el escozor de la mañana y la falta de anteojos. El teléfono continuaba sonando sin descanso, así que se apuró a tomar sus lentes y colocárselos, echando un vistazo al nombre del contacto; se trataba de Akiteru, su hermano.
—¿Ho-Hola? —saludó con la ronquera característica de las mañanas.
—¡Feliz cumpleaños, Kei! —gritó su hermano desde la otra línea.
Una breve y lastimera risa se escapó de los labios del cumpleañero, alejando un poco la bocina de su oído.
—¿Tu regalo será joderme el oído o qué? —bromeó.
—¡Para nada! Es que quería ser el primero en felicitar a mi precioso hermanito, es mi obligación como el mayor de los dos. —la voz de Akiteru sonaba tan animada como siempre. —Aunque no conté con que pudiera despertarte, ¿estás libre hoy?
—En lo absoluto, estoy en el turno de la tarde durante esta semana. —corrigió. —Y descuida, definitivamente fuiste el primero y quizás el único. —lo último lo susurró con bastante discreción, mas bien debió ser un pensamiento, pero Tsukishima apenas estaba despabilándose como para filtrar sus propias palabras antes de decirlas.
—¿Tienes trabajo hoy? Pensé te darían el día libre o algo así.
—Ajá. Es lo último que el jefe haría, aunque agradezco poder dormir un poco más de la cuenta cuando tengo este turno. —exhaló un breve bostezo.
—¿Y la universidad?
Tragó saliva ante la pregunta. Definitivamente el tema de la escuela era algo en lo que no quería pensar en ese momento, al menos no mientras estuviera de vacaciones. El motivo principal de Akiteru era felicitarle por su cumpleaños, ¿no? Entonces no era absolutamente necesario dar detalles; estaba de más meter a la plática lo mal que la había estado pasando en su deber de dividir sus tiempos entre el trabajo, las tareas y la escuela, en los adeudos que estaba acumulando en la universidad y que debía cubrir lo más pronto posible, en la solicitud de beca que aún no había llenado, en la despensa que no había surtido, en la renta que debía cubrir porque se acercaba el fin de mes... Eran tantas cosas azotando su cabeza.
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MISSING LINK - [KuroTsuki]
Short StorySentir miedo por el futuro es inevitable al igual que las consecuencias de las decisiones tomadas. Un cumpleaños, un reencuentro. ¿Se puede recuperar el vínculo perdido? ¿Es correcto regresar la página para sanar las heridas? [ One-Shot por el cumpl...