Capítulo 2

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                   ¤Antiguo Egipto¤
                       (2565 A.E.C)

Luego de ese hermoso momento juntos volvieron a al salón del trono, debían estar presentes en la fiesta, sobre todo Izuku.

Ellos ya habían confesado lo que sentían el uno por él otro, pero sabían que las cosas no serían nada fáciles para ellos dos, tenían muchos obstáculos en su contra pero ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar al otro.

Izuku notó que su prometida se había vuelto muy cariñosa desde que había vuelto, trataba de pegarse a él en cualquier oportunidad, eso no le gustaba para nada, no quería soñar como el villano pero él no sentía nada por esa chica y la veía como uno de los males de su problema y aunque sonará duro debía deshacerse de ella.

Mirio también notó el comportamiento de la chica ya que él se mantuvo al lado de Izuku desde que volvieron, no le gustaba para nada eso, quería apartarla y dejarle claro que Izuku era sólo suyo pero no podía hacer eso.

Por suerte para ambos la fiesta llegó a su fin, Izuku pudo irse a su habitación, quería verse con Mirio pero no podía arriesgarse y menos esa noche que habían invitados en el palacio, por lo que sólo se dedicó a dormir.

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La visita de su prometida tan solo duro una semana pero había sido una tortura para ambos chicos, ella no dejaba de seguir a Izuku a todas partes y de querer acaparar su tiempo y además de eso su desagrado hacía Mirio era evidente, tanto que Izuku le pidió que dejará de tratar mal al rubio, claro que la chica se enfureció pero no pudo replicar o decir nada a Izuku ya que era el príncipe y futuro Faraón.

Cuando se fue no pudieron estar más felices, los dos respiraban tranquilos por al fin tener paz y tiempo para ellos dos a solas.

Esa mañana Izuku se levantó muy temprano pues iría a entrenar con Mirio y estaba vez si estarían solos, luego de su desayuno se encaminó a buscar a Mirio, no le fue difícil encontrarlo ya que lo esperaba en el jardín.

-Hola- dijo Izuku algo sonrojado.

-Saludos su majestad- dijo Mirio.

-Sabes que no tienes que hacer eso - dijo Izuku algo avergonzado.

- Pero es el protocolo y alguien podría vernos.

-Tienes razón, vamos.

Ambos fueron a su lugar de entrenamiento, era una lugar apartado del Palacio que había sido construido especialmente para que Izuku entrenará y nadie podía entrar al lugar sin su autorización a excepción de su padre ya que era el Faraón.

Al entrar al patio abierto del recinto Izuku fue lanzado hacía la pared más cerca, no pudo reaccionar y sólo sintió unos labios sobre los suyo, sólo se dejó llevar y empezó a corresponderle.

-Me gustaría saludarte a su todas las mañanas y hacerle saber a todo el mundos que me perteneces- confesó el rubio al separarse del beso.

-A mi también me gustaría eso- dijo Izuku abrazandolo.

Se quedaron un rato así, abrazados el uno al otro, luego se separaron y se pusieron a entrenar, ambos eran muy buenos luchando, conocían cada uno de los movimientos del otro, ellos se conocían como  nadie, eran el uno para él, como si hubieran sido hechos a la medida.

-Hoy estuviste genial- dijo Izuku alagando a su acompañante.

-Tu también estuviste genial- le revolvió el cabello.

Ambos se quedaron perdidos en la morada del otro, cada uno de ellos creía que el otro era la persona más maravillosa del mundo y que ellos dos eran muy afortunados al tenerlo a pata si mismo.

- Yo... - trató de decir algo Izuku pero se quedó callando al sentir la mano del rubio acariciar su rostro.

-¿Puedo ir esta noche a tu habitación? - preguntó algo nervioso, Izuku sonrió al verlo sonrojado.

-Si - respondió rápidamente - te estaré esperando.

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Cuando ya todos se habían dormido, Mirio fue de manera sigilosa a la habitación de Izuku, golpeó su puerta y esta no tardó en ser abierta por su amado, ambos sonrieron al verse como dos niños que hacían una travesura.

El rubio entró y Izuku no tardó en lanzarse a sus brazos a besarlo, Mirio lo alzó en peso y lo llevo hasta la cama.

-¿Puedo hacerte mío? - preguntó el rubio encima del peliverde, este se sonrojo al por esa pregunta- quiero entregarte mi primera vez y tomar la tuya - empezó a besar su cuello.

-S-si - accedió el pecoso.

Mirio sonrió encantado y empezó a quitarle las prendas al más bajo, al ver su piel blanca y con pecas se emocionó mucho, había soñado muchas noches con ese momento, se había imaginado haciéndole el amor a Izuku muchas veces ya ahora al fin lo tenía allí a su merced, sólo para él.

Repartió besos por cada centímetro de su piel, no dejo ninguna espacio sin  que sus labios no hubiesen tocado, él también se despojó de su ropa y dejó que Izuku tocará su cuerpo, ambos disfrutaban de ese momento único en el cual estaban solo ellos dos, era todo tan perfecto que parecía irreal.

Mirio preparo como era debido a Izuku, había estado investigando un poco para no lastimarlo ha que él jamás quería vez a Izuku lastimado, lo quería atesorar como a un Dios, porque para él Izuku era su Dios.

Empezó a meter su miembro poco a poco sin lastimarlo, pequeñas lágrimas salían de los ojos del menor pero el las limpió lamiendolas, empezó a besarlo para distraernlo del dolor, una vez estuvo todo dentro de sintió en la gloria, aunque quería moverse espero a que Izuku se acostumbrara, cuando le dio luz verde empezó a moverse, los gemidos de Izuku eran lo más hermosos que había oído jamás y sólo hacían que el movimiento de sus caderas incremente.

Ir otro lado Izuku estaba en las nubes, cada embestida lo hacían tocar el cielo, se aferro al músculoso cuerpo de Mirio, jamás penso que podría sentirse así, en ese momento él era el esclavo de Mirio.

El pecoso no tardó en venirse entre el abdomen de ambos, al mismo tiempo que Mirio se venía dentro.

- Te amo - dijo Mirio abrazandolo.

-Yo también te amo - respondió el pecoso besandolo- estaremos juntos por siempre - dijo acurrucandose en su pecho.

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Holi amigos aquí les traigo otro capítulo de esta historia, esperó que les guste el capítulo, sin más que decir me despido.

Eso es todo amigos

Amor Eterno (Mirideku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora