Se escuchaba el silbido del viento pasar y mecer las ramas violentamente, gruesas gotas de lluvia caían al suelo y nubes oscuras se asomaban por el cielo, lo que solo podía significar una cosa: una tormenta.
Una llovizna se hizo presenté, mientras las criaturas salían corriendo a sus casas para cubrirse y no pescar un resfriado, entre toda esa multitud se podía apreciar una figura elegante que serpenteaba decidida con la cabeza en alto. Tenía una rubia cabellera, brillante y delicada que caía transformándose en temidas serpientes hasta más abajo de los hombros que quedaba perfectamente con sus ojos oscuros, que tenían un brillo arrogante, con finos rasgos detallados en su cara y su piel pálida que llegaba a su cintura, de allí para abajo, solo podía apreciarse la mitad de una serpiente con escamas amarillas brillantes.
Pacífica Noroeste, una de las pocas descendientes de medusa, paseaba tranquila entre aquel revuelo y es que, nadie se atrevía a verla o meterse en su camino, después de todo, ¿Quién quisiera meterse en problemas con una medusa?.
Las frías gotas de agua caían por su piel refrescando sus brazos y haciendo silbar a las serpientes de su cabellera con disgusto, las gotas eran acompañadas con un frío viento que le calaba los huesos aunque realmente eso no le importaba, solo estaba concentrada de llegar a su gran mansión para encerrarse en su cuarto.
Salir nunca fue su pasatiempo favorito, no tenía amigos para poder pasar el rato y la gente le repudiaba por ser descendiente de la temida medusa ¿Cómo les explicaba a esos estúpidos, que no tenía el poder para petrificarlos? Su temor era infundado, le molestaba de sobre manera y aunque nunca lo admitiría, ni aunque su vida dependiera de eso, le llegaba a doler.
¿Era mucho pedir tener amigos para poder pasar el rato?, ¿Era mucho pedir poder pasear tranquila sin que te miren con asco y miedo?.
Al parecer sí.
Y mientras la llovizna se transformaba en una lluvia, ella llegaba a un pequeño claro con grandes árboles y grama de un fuerte color verde mientras a un costado, lejos de los árboles del bosque, había un estanque; el estanque de las sirenas.
Un lugar donde habitaban múltiples sirenas de vivos colores, que iban y venían mediante túneles submarinos, seres amigables aunque muy traicioneros y que no se dejaban ver muy amenudo. Por lo tanto, se disponía a pasar de aquel estanque pero unos sollozos llamaron su atención.
Eran débiles, apenas audibles bajo el ruido de la lluvia, curiosa se acercó al estanque mirando el agua más no pudo apreciar nada y bufando su volteó para seguir su camino, si no fuera por qué nuevamente escucho uno.
Volteó su mirada a un árbol lejos del estanque y bajo este pudo verla por fin, una pequeña sirena con cola rosada brillante y una piel un poco más pálida que la de ella, que solo resaltaba ese rosado de su cola, una larga cabellera castaña algo despeinada con unas estrellas pegadas, cerca de sus membranas rosadas, no pudo ver bien su cara ya que está la cubría con sus manos.
Curiosa se acercó a la sirenita.
-¿Por qué lloras?-la sirena se sobresalto y levantó su mirada.
Le juraba a Zeus que en ese mismo instante que sus miradas se encontraron, el ruido de la lluvia dejo de estar presente y sólo pudo concentrarse en esos grandes ojos color chocolate con unas mejillas en un tierno rosa algo fuerte, debido a las lágrimas que bajaban por estas. Sus labios entreabiertos por la sorpresa soltando pequeños hipidos, Zeus, era como una tentación a probarlos y con ese pensamiento sentía que algo hacía estragos en su estómago.
Y cuando escucho su dulce voz, no pudo evitar arrugar el ceño ¿Por qué demonios le dieron una voz tan adorable?.
-E-Es que h-he salido-o del agua-explicó entre hipidos y su mirada se posó en el agua del estanque, con tristeza- O b-bueno, unos c-chicos me ha-an sacado a la fuerza y-y ya no puedo volver.
-¿No puedes arrastrarte hasta el estanque de nuevo?-hablo con indiferencia, cruzándose de brazos, aparentemente molesta- ¿O pedirle ayuda a alguien?.
-T-Trate de v-volver sola... Pe-ero al tratarlo me he clavado una p-piedra en la c-cola-ahora miro su cola, donde escurría un hilo de sangre- T-Tambien trate de pedi-ir ayuda, pero-o nadie me escuchaba... ¡Y t-tengo m-miedo de secarme!.
El llanto de la sirena aumento mientras su compañera bufó, sabía que secarse para una sirena significaba quedarse sin una pizca de agua en todo su cuerpo, lo que era fatal para ellas. Capaz ahora que estaba lloviendo no había tanto peligro pero cuando dejara de llover, ¿Alguien la ayudaría? Lo dudaba, lo más probable es que se aprovecharían de su estado.
Chasqueo su lengua y llevó sus dedos al puente de su nariz pellizcandolo levemente.
-Te ayudaré a llegar al estanque-hablo con tono fastidiado, aún pellizcando el puente de su nariz con los ojos cerrados y la sirenita la volteó a ver con un brillo en sus ojos.
-¿E-En serio?-pregunto en un tono esperanzado, juntando sus palmas en su pecho mientras en sus ojos aparecían brillos.
-Sí, sí solo apuremonos.
Pacífica no tuvo problemas en cargar a la sirena al estanque, pero al momento de cargarla está aferró sus brazos al rededor de su cuello, dejándole más sensaciones extrañas por las cuales no pudo evitar gruñir.
Al dejarla con cuidado en el agua del estanque, la sirena salto contenta de sus brazos para llegar al agua sumergiéndose un poco y volviendo a salir con una mirada iluminada que a Pacífica le movió el mundo.
-¡Muchas gracias!-dijo realmente agradecida, contenta de volver al agua- ¿Qué puedo hacer para devolverte el favor?.
-No hay problema, niña, solo mantente lejos de la orilla la próxima vez, quién sabe si tendrías la maravillosa suerte de volverte a encontrar conmigo-poso su mano derecha en su cintura y sonrió ladeadamente, la sirena solo asintió efusivamente- Bueno, fue un placer sirenita, pero yo no soy resistente al agua así que, nos vemos.
Sin esperar más retomó su camino, sin notar la mirada de la sirena a sus espaldas, que poco después volvió a meterse al agua.
Y se percató que por primera vez, alguien la había mirado a los ojos.
[S̆̈ŭ̈n̆̈d̆̈ă̈y̆̈]
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Sunday
Fanfiction❥︎El ruido del viento es acompañado por el de un arroyo, sus aguas corren libres hasta terminar atrapadas en un estanque. El chapoteo de una cola también está presente, es día normal, es un día cualquiera. Es un domingo como cualquier otro, lástima...