ꕤ | Estar orgulloso de quién eres.

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Capítulo 1

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Capítulo 1.

Tinkerbell 🍃

Observo todo el destrozo causado por mi culpa mientras estoy arriba del lomo de queso, el ratón, quién camina por cautela y con cierto miedo alrededor.

Siento como cada vez que avanzamos, un fuerte nudo se instala en mi estómago al darme cuenta que todo esto a pudo haberse evitado si no hubiese sido tan terca y soberbia al querer demostrar que podía ser alguien más que una simple artesana. Fui tan egoísta que solo me enfoque en mis propios deseos, anhele tanto ir a Tierra firme, que sin darme cuenta, termine arruinando la oportunidad de todos de ir.

Absolutamente todo estaba estropeado; las semillas, las flores y los cestos se encontraban desparramados en el suelo. Las mariquitas que deberían estar pintadas de rojo y de punto negros, tienen manchas de diferentes colores en la espalda. En cualquier otro momento creía que no se ven tan mal, pero justo en este momento, no lo están.

A medida que me desmoto de Queso, siento las miradas de las demás hadas taladrando mi nuca.

Mis manos empiezan a sudar con nerviosismo.

—¡Oh, no! —murmuré completamente apenada.

—Tink, ¿qué pasó? —preguntó Fawn con notable preocupación en su voz, a su vez que se posicionaba a mi lado.

—Y-yo... —intenté hablar, pero solo conseguí hacer un pequeño balbuceo.

—Tinker Bell, ¡¿qué es lo que hiciste?! —cuestionó Rosetta en tono de reproche al llegar con Iridessa. Por su ceño fruncido y su volumen de voz, estaba más que enojada.

—Es que quería... solo traté de... —contuve un suspiro—. Creí que capturaría a los cardos... —Sin darme cuenta, yo también comencé hacer gestos con las manos para explicar mejor mis palabras al compás que me agachaba para tomar un cesto tejido de hojas.

Rosetta no tarda en imitar mi acción.

—¡No existe ningún hada del jardín en la tierra que pueda controlar a los cardos! —aclaró, quitándome el cesto con arrebato—. ¿Qué es lo que querías probar?

—Y-yo...

—Tiene razón, Tink. Ya fuiste demasiado lejos —asintió Silvermist con cierta razón.

Era verdad que ya me había pasado de la raya, lo admito.

Pero todo empeoró cuando la Reina Clarion apreció dando su famosa entrada, era impresionante la forma tan elegante como el polvillo de hada se esparcía en el lugar, dando entrada a su vestido color oro y imponente rostro, que a pesar de tener un cargo muy importante, era también muy dulce y maternal.

Decidí hacerme la valiente y confesé que fue mi culpa, solo mía. Ante todo pronóstico, las lágrimas se acumularon en mis ojos y como resultado el llanto se apoderó de mí. No podía con la vergüenza y el nudo que pronto intercalo para posicionarse en mi garganta, evitando que poco a poco, sintiera que menos oxígeno era dirigido hacia mis pulmones.

Un instante entre nosotros dos | Tinkerbell & Terence.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora