2|Desesperante.

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—Yo no pedí a un chico como deseo —espeto con desconcierto —. No estoy tan necesitada.

A menos que sea un regalo de consolación porque me han estafado. Pero este tipo no me transmite ni una pizca de confianza a pesar de haberme mostrado la tarjeta.

Debe ser una trampa para secuestrarme. Hoy en día los secuestradores se han vuelto ingeniosos para atrapar a sus víctimas y de tan solo pensarlo siento una corriente helada viajar por mi columna vertebral.

—No soy un secuestrador, ni asesino u otra cosa que tu mente te esté diciendo ahora mismo, ¿quieres que te diga la verdad?

Y al parecer lee mentes.

—Sí.

—Ven aquí y te lo susurro al oído —anima y escucho que palmea el asiento —. No muerdo duro, solo sí tú me lo pides.

En otra ocasión mis bragas hubieran gritado: ¡Libertad!

Mi cuerpo actúa por sí solo como si estuviera bajo un conjuro obedeciendo ordenes, trato de ser fuerte aferrándome al volante, pero termino cediendo, juro que no soy una fácil, ¡en serio!

Mis piernas se flexionan hasta que piso el asiento, doy un giro en su dirección hasta pegar un salto y caer sobre él. Hanssen me sostiene desde la cintura hundiendo las yemas de sus dedos sobre la tela, es suficiente para que cada pulgada de mi piel se erice. Me atrae hacia su pecho sin desconectar nuestras miradas.

El oxígeno de mis pulmones se me escapa ante la cercanía tan intima que se desata en el ambiente. Tiene una fisionomía envidiable, está para comérselo... ¡¿Qué me ocurre?! Ya hubiera reaccionado para estamparle mi rodilla en su entrepierna y echarme a correr.

—Habla.

—He dicho la verdad, Mako. Has pedido vivir una aventura inolvidable y estoy aquí para ser parte de todo lo que nos espera y satisfacerte como más lo prefieras —ladea la cabeza manteniendo el semblante neutro estudiándome el rostro —. Más vale marcharnos, estamos expuestos y al parecer tu apartamento pequeño parece el lugar adecuado para seguir hablando.

—¿Sa-Satisfacerme? —balbuceo sujetándome del respaldo del asiento para no perder el equilibrio —. ¿Mi apartamento?

—¿Vas a repetir todo lo que digo?

Las rodillas van a fallarme en cualquier momento si sigo más tiempo sobre su regazo en la verdadera área prohibida que está clavada en mi entrepierna.

Hanssen ni siquiera transmite algún tipo de expresión en su rostro, mientras tanto, mantiene esa ceja sexy arqueada en la espera de que responda.

«Madre mía, ¡qué calor hace!».

—Una tarjeta no prueba nada.

—Eres terca.

—Soy preventiva —hago el esfuerzo por reincorporarme y alejarme, pero Hanssen mantiene presionado sus dedos nuevamente a los costados de mi cintura para detenerme, nuestros pechos colisionan y mi nariz termina rozando la suya por milésima de segundos. Contengo el aire —. Suéltame o empiezo a gritar.

Un deseo prohibido #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora