Capítulo I.- Fire.

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En un apartamento en Manhattan, mirando la nieve caer lentamente, como si no le importara congelar a la gente que caminaba en la calle iluminada con luces artificiales, directo a sus casas. Escuchando las bocinas de los autos, los gritos molestos, y algunos insultos a algún transeúnte u otro vehículo. Estaba una joven en sus veinte, con un cuaderno abierto en una página en blanco, lápices de diferentes colores y tamaños en una mesa a su lado.

Orbes de cacao, dejaron de mirar el horizonte y se fijó en la página sin rallones, después a las hojas arrancadas y arrugadas en el suelo. Con un suspiro, se levanta de la silla en la cual estuvo todo ese tiempo y agarro la taza vacía, yendo a la cocina y hacer chocolate caliente. La navidad fue hace menos de una semana, las brillantes luces fueron arrancadas de los árboles, queriendo dejar de lado la vibra navideña. Año nuevo es mañana y todos parecían emocionarse.

Se escucha un pitillo, la tetera empezó a hervir con un ruido fuerte. Roxana, callando rápidamente el sonido relleno su taza nuevamente con agua y se sentó en el mesón de la cocina.

La puerta se abrió con un crujido y a la vista apareció una adolescente y una mujer de mediana edad, las dos con bolsas llenas de cosas chatarras y alguna que otra verdura.

"¡Roxy!, ya llegamos, ¿nos ayudas con las bolsas?" La mujer saludo a medios y dejo las bolsas en el suelo con un suspiro cansado.

"En seguida, señora Ross." Rápido se levantó y agarro dos bolsas para dejarla en la mesa.

"Ya te dije que me dijeras Amelia, cariño."

"Oye Rox, ¿Lograste comunicarte con tu familia?" La adolescente hablo mientras dejaba las demás bolsas y se sentaba en el sillón de la sala de estar pegada a la cocina.

"Aún no contestan el teléfono, la diferencia de zona horaria apesta."

Rox es chilena, toda su familia vivía allí, y desde que entro a la universidad hace dos años, no ha ido mucho a su casa en chile. Con un suspiro Rox tomo un sorbo del líquido caliente, no ha visitado chile desde julio.

"Bueno, es año nuevo". La más joven hablo nuevamente. "Esperemos que el año que viene sea más emocionante, y quien sabe, talvez vayas a Chile más temprano que tarde."

"Je... Gracias Thalía."

Thalía bajo su sonrisa al oír el tono desanimado de su hermana mayor en todo menos sangre.

La conversación se cortó cuando sonaron campanas, era oficial, queda un día para empezar un nuevo año. Rox solo esperaba que fuera uno mejor que este año.

"Bueno, jovencitas, es un buen momento para ir a la cama y soñar." La mujer mayor apareció y mando a sus chicas a descansar. "Mañana será un día ajetreado, así que será bueno que descansemos esta noche. Buenas noches, Thalía, Roxy." Y entro a una de las 3 puertas del pasillo.

"Mamá tiene razón. Descansa Rox." Y con las últimas palabras, Thalía cerro la puerta de su habitación.

Rox, en vez de ir a su propio cuarto, fue a la cocina y lavo su taza de chocolate ahora frío, guardo las cosas que ocupo para dibujar. Miro una foto de su familia que tenían colgada y al fin entro a su cuarto y se tiró a dormir en su cama. Mañana sería un día agotador, y no de la forma que deseaba.

Unos minutos después, sus ojos se abrieron de golpe. La oscuridad la invadía y sus huesos se congelaban, no sabía qué hacer en un ambiente tan lúgubre y helado. Intentar buscar alguna fuente de calor y vida entre las sombras es complicado.

"¡¿Hay alguien?!" Exclamó con fuerza, el pánico la empezaba a comer, por la nula iluminación y el frío empezaba a hacerle cerrar los ojos. Sentía su cuerpo helado y al mismo tiempo en llamas.

"¡Ayuda! ¿¡Alguien!?" Seguía repitiendo intentando conseguir ayuda.

En algún momento empezó a ver, el dolor en sus ojos fue instantáneo, el brillo de cinco luces la cegó momentáneamente.

Cinco luces. Cada una estaba en una punta. Por un momento pensó que no tenían una figura, hasta que mientras más la veía, más veía la forma de una estrella. De esas estrellas de caricatura. En los brazos había una luz gris oscura, muy tenue, como si se camuflara con la oscuridad que la rodea. Como una hija siendo abrazada por su madre.

El otro brazo, el izquierdo, tenía un azul verdoso. Era brillante, no tanto como la punta en la cabeza, pero más que su compañero de al lado. Cuando intento acercarse, escucho voces. Susurros de la gente. Secretos sucios, mentiras, canciones, discursos, etc. Así que se alejó lo más rápido posible. No creía correcto escuchar todo eso.

Las piernas eran grandes y fuertes. Las dos del mismo tamaño equilibrados. Uno era celeste y otra era azul oscuro, que cambiaba de color a un azul claro. Cómo el océano.

El celeste, era helado, pero no dañino. Era raro, como si el hielo no pudiera lastimar, aunque más lo quiera. O tal vez sea porque el frío seguía en ella. No sabría. Pero se volvió a alejar.

La otra pierna era como el mar. Inestable, Rox considera entender por qué eran las piernas, se complementan. Mientras una estaba a punto de estallar, la otra estaba relajada. Casi sin emoción. No pensaba que pueda estar cerca de las dos luces más de diez minutos.

Cuando llegó a la punta central. Roxana sintió algo, no sabía que. Pero sintió pertenecer, como si el calor era más cálido y acogedor cada vez que se acercaba. Cuando estaba a punto de agarrarlo. Todo desapareció y un agarre en su brazo la arrastró hacia atrás.

Roxana se despertó sobresaltada. Aún sentía el calor de la luz roja.

Miro la hora, 9:58 am, creyó que era muy temprano e intento dormir de nuevo. Pero el sueño no aparecía. Y el ruido de los autos y demás sonidos de la gran ciudad empezó a ser molesto. Así que se levantó y empezó el último día del año.

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