Capítulo 1

6 1 0
                                    

— ¿Pero por qué coño os habéis empeñado en buscarlos ahora? Que tenemos todo el puto curso por delante.

— Emer, hay que tenerlos fichados. Quien sabe, quizás podemos ver alguna chica guapa, ¿no te gustaría?

— Pero, Minnie, no te olvides de los tíos.

— Carina, tendrías más posibilidades si todos lo que te gustasen no fuesen gays.

Ulrika y Mi rieron gracias a las palabras de Akiyama, pues Carina siempre acababa enamorada de personajes de ficción con una sexualidad opuesta a la suya.

— Mas te vale luego invitarme a un donut, que me estoy destrozando la espalda cogiéndote para que te asomes a la ventana.

— Sí, sí, tendrás tus donuts, Akiyama.

— Oye, Akiyama, ¿cómo has salido de la habitación sin compañía?

Él se rió de la pregunta de Ulrika.

Él se rió de la pregunta de Ulrika

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La habitación 306 era un desastre.

Montoya vaciaba su maleta y tiraba las cosas por toda la habitación, pues estaba buscando su cartera. En una de esas, un calcetín fue a parar a la cabeza de Giovanni, que se lo quitó con un gesto de asco y lo tiró de nuevo al suelo. Su cama tampoco era la más ordenada de todas: estaba llena de tantos caramelos como de los papeles de aquellos que habían acabado en su estómago. La puerta del baño, cerrada. Pierre se había encerrado en ella y no pensaba salir hasta que Montoya terminase de recoger lo que había tirado, toda la situación le estresaba. 

Llamaron a la puerta; Pierre con la música de los cascos a tope, Giovanni metido en su  juego de la Nintendo Switch, solo podía abrir Montoya, pues en algún momento Akiyama había salido de la habitación.

Montoya abrió la puerta; detrás de ella estaba Ineo, un prepotente duque, estudiante de cuarto de historia, que había golpeado la puerta con cierta intensidad segundos atrás. Ya lo conocía, de hecho, lo conocía perfectamente, ya estaba más que acostumbrado a ver su cara amargada enfrente de su habitación. 

— A ver... Su realeza, ¿qué le sucede ahora?

—Como sea, ¿podéis dejar de dar golpes en la pared?

—¿Golpes? Aquí nadie está golpeando nada.

Ineo se asomó a la habitación para comprobar que todo estaba en orden, entonces la voz del príncipe Sirofiano V de la familia real de Vansilonio se hizo presente.

—Vamos, Ineo, déjalos en paz, lo están pasando bien. 

—Están haciendo ruido.

—¡HOY HAY FIESTA DE REENCUENTRO!

Cierto chico moreno salió de la habitación gritando aquello. 

—Lo que faltaba, genial, otra noche más sin dormir.

𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 𝐝𝐞 𝐕𝐚𝐧𝐭𝐚𝐧𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora