Capítulo I: La Chica del Balcón

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El ser humano es curioso por si solo, tenemos la cualidad de querer saber lo que nadie sabe. Siempre me he considerado una persona cerrada y algo selectiva, mi habitación es mi refugió, mi mundo, mi tranquilidad... Pero no sólo por eso, también gracias a ella.

Cuando tenía seis años unos vecinos nuevos llegaron a la casa de al lado y con ellos apareció la chica de ojos negros, otra chica tonta y ordinaria dije yo. No me interesaba conocerla así que decidí ignorarla por completo, después de todo era solo un niño pequeño, el cual no era el más sociable.

Solía andar con dos trencitas y un lazo rojo en el pelo, que contrastaba con su Rubió cabello, a veces la sorprendía viendo a mi balcón como si me esperaba. Solía cerrar mis cortinas para que no me viera y le sacaba la lengua en burla a su estupidez.

Un día salí a jugar al parque unas cuadras más abajo de mi casa, creo que se aburrió ya que nunca más la volví a ver por su balcón. Pero esta vez estaba más cerca de mí, me veía en un columpio que no había volteado a ver, y ella sonrió.

-Deja de seguirme- le dije con fastidio- ve y juega con alguien más.

Ella sonrió y se empezó  a balancear.

-Pero si tu eres el que me está viendo- dijo- tu eres el me está hablando.

No entendía por qué estaba hablando con ella, se supone que solo quería que me dejará en paz así que me levante y di la vuelta para ir a mi casa.

Pensé que con eso me dejaría en paz, pero no. Ella me empezó a seguir así que le dije.

-Tu y yo no somos amigos, ve a tu casa- sin voltear a verla- ¿ por que me sigues?

-No te sigo... Tu vives en mi calle- ella paro y  me gire a verla- Alana...

-¿Que dices?- pregunté.

-Me llamo Alana... Tu eres mi amigo niño serio-

-No...- le respondí- y no me digas así.

Ella me siguió todo el camino, así que solo la ignore, y escuchaba todo lo que me decía sin siquiera responderle.

Ese día cambio todo, todas las tardes la veía en el parque hasta el punto que deje de esquivarla y pasar tiempo con ella. Cuando estaba en habitación al despertar la veía en su balcón y los dos empezamos a hablar por señas, incluso hicimos de esos teléfonos de hilo y vaso. Ella era muy risueña y yo un chico solitario.

A veces la invitaba a jugar, pero se negaba y decía que no podía, que no quería que los adultos la regañaran. Nunca entendí su extraño comportamiento y deje de verla por un tiempo.

Nos hicimos los mejores amigos con la absurda promesa de estar siempre juntos.

El verano inició y como todos los años fui a visitar a mis abuelos, me preguntaba que estaría haciendo la niña de ojos negros, hice nuevos amigos y deje de pensar en ella. Ese mismo año obtuve una beca en otros país que sin duda mis padres aceptaron.

Pasaron los años y la dulce Alana quedo como el recuerdo de una conocida, no volví a pensar en ella, y diría que tuve una adolescencia normal. Estudié, salí, viví y disfruté todo el tiempo que estuve fuera de mi casa.  Al terminar la preparatoria regresé a mi casa, todos los vecinos estaban feliz de verme.

El día de mi llegada regresé a mi antigua habitación y sin querer volvió a mi el recuerdo de la niña de ojos negros, sin esperar encontrarla al abrir la ventana la vi en su balcón.

Es ella dije en mi mente, su sonrisa era nostálgica y sus ojos me absorbían como si me reconociera. Volvieron a mi todas esas tardes en nuestro balcón hablando y jugando. Intente saludarla, pero ella sólo dió medía vuelta y se fue sin decir una palabra.

Cada día veía a su casa y me le quedaba viendo, solía salir a leer y otras la encontraba jugando, pero cuando me acercaba a hablar se marchaba. Como dije al inicio, todo ser humano es curioso por lo que con insistencia siempre buscaba a verla.

Un día cansado de su arrogancia lancé pequeñas piedras a su habitación hasta que salió ella. Me miraba con intriga y antes de que se marchara como las veces anteriores grité:

-Ojos negros- ella esbozó una sonrisa que me lleno el alma, me reconoció-

-Niño serio- dijo antes de inclinarse a mi balcón y lanzar algo, era nuestro teléfono de niños, sin dudarlo lo tome y volvimos a hablar como cuando éramos niños-

Le conté el porque de mi partida, todo lo que había visto en estos años, y ella reía de mis historias y toda la noche hablamos. Cuando preguntaba por lo que ella había hechos esos años me decía que había visto los niños crecer en el parque hasta que ella dejo de esperarme. Me reveló que siempre me esperó y que sabía que volvería, ya que debía decirme algo.

Cuando pregunte que, me respondió que todavía no era hora, nunca entendí sus palabras y siempre que preguntaba me decía lo mismo. Las noches eran en mi balcón hablando con ella y por más que intentaba hablar con ella en otro lugar nunca la pude ver fuera de su casa.

Me contó que mi madre le llevaba flores  a menudo y que siempre le dejaba un beso. Todos los veranos los vecinos se reunían en su casa a una fiesta y que esté año por fin podría ir con ella.

Los días pasaron y antes de que me diera cuenta me enamoré de ella, pensaba en todas las maneras de hacerle saber los sentimientos y aunque intentaba decirle a través de nuestro balcón sabía que lo mejor sería al estar uno frente el otro. El día de la reunión me puse mi mejor ropa, y me arreglé como nunca, mamá había comprado unas hermosas flores y recordé las palabras de Alana eso significaba que a mamá le gustaría como mi novia.

Al llegar a su casa, nos recibió una pareja que muchas veces reconocí de niño como sus padres. Mi madre era muy alegre y expresiva pero lo único que hizo al verlos fue abrazarla. No entendía ese extraño saludo pero sin embargo lo ignore.

-Por que no le entregas estas flores a Alana- dijo mi madre, las tome y entre.

Todos los vecinos estaban allí, y no entendía de que hiba la celebración, no hasta que la vi. Lucía su cabello suelto con esos lazos rojos que una vez me parecieron ridículos, su sonrisa era hermosa y dulce, en la foto se veía su inocencia... Era la niña de los ojos negro... Era una fotografía de ella.

No entendía nada, en un pequeño altar estaba su foto, pero una de niña junto con velas y flores. Estába en shock sin entender nada, por que todos le traían flores y le daban apoyo a sus padres.

No fui capaz de preguntar hasta que nos fuimos de allí, ella había muerto muchos años antes de mi partida cuando cayó del balcón sin ningún motivo. No dije nada y corri a mi balcón. El hilo del teléfono siempre estubo roto. Su ventana siempre estubo cerrada, ella nunca había crecido, ella nunca había estado viva.

Pasé muchos años sin volver a verla, siempre me pregunté con quien había hablado, si ella seguía esperandome, y que era lo que me quizo decir y nunca hizo. Deje de intentar comprender algo que no podía

Los años pasaron y forme una familia, una vez estaba en casa de mis padres y mi hija jugaba en lo que una vez fue mi habitación. Se reía y jugaba con un teléfono de cuerda. Cuando le dije con quien jugaba respondió:

-Con la niña de ojos negros- me sonrió y dijo- dice que le diga al niño serio que deje de hablar con los muertos...

Fin

Palabras MudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora