Capítulo 3: De vuelta al camino

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A la mañana siguiente, Robín y Merlín se encontraban cargando a los caballos con las alforjas, a la espera de que Arturo regresará.

—He traído ropa de abrigo de sobra, en Camelot es invierno —mencionó Merlín.

—Bien —contestó Robín algo seco. Era evidente que no estaba muy feliz con aquella situación; aún estaba intentando mentalizarse.

Justo en ese momento Arturo regresó.

—La señora Pack se hará cargo de la finca en nuestra ausencia —informó a su pareja.

—Genial.

—¿Quién es la señora Pack? —preguntó Merlín.

—Es nuestra vecina más cercana. Su marido es el panadero del pueblo —aclaró Arturo.

—Vuestros únicos amigos aquí son una pareja de ancianos —supuso Merlín con algo de gracia—. ¿Cuándo os habéis vuelto tan aburridos?

—Será la edad —dijo Robín—. No necesitamos nada más.

Merlín siguió terminando de cargar a su caballo, tratando de darle algo de privacidad a la pareja; desde que llegó tenía claro que sobraba más que nunca. Era incómodo.

—¿Estás bien? —le preguntó Arturo a Robín.

—¿Tú lo estás?

—He preguntado primero.

Robín sonrió.

—Estoy bien. —Pasó las manos por su pecho—. Vamos a estar bien —afirmó.

La expresión de Arturo, al observar a Robín, era tan dulce y calmada, transmitía pura paz; y es que así era como Robín le hacía sentir: relajado, en paz, feliz... Ni el Señor Oscuro podía destruir eso.

—Te quiero.

La facilidad que Arturo tenía para pronunciar aquellas palabras, aún ruborizaba un poco a Robín y le hacía sonreír sin siquiera darse cuenta. Escondió el rostro en su pecho, avergonzado por su propia vergüenza, y Arturo lo abrazó.

—Yo también te quiero, mi rey —murmuró Robín.

Cuando alzó el rostro, Arturo lo besó. Merlín los observó algo sorprendida, pero satisfecha. Que Arturo fuese capaz de pronunciar aquellas palabras sin titubear, de una manera tan dulce y sincera, eran la prueba de que Robín era todo lo que necesitaba en su vida. Se habían ayudado mutuamente a superar sus traumas y a sanar sus heridas; y ese, no era un trabajo fácil. Se sentía feliz por ellos.

—Debemos irnos —advirtió—. Terminad de cargar el equipaje.

Arturo acabó de prepararlo todo para el viaje en cuestión de minutos, pero por un momento no fue capaz de salir de la casa. Cuando él y Robín abandonaron aquella cabaña de Merlín, sintió una profunda añoranza, iba a extrañar aquella vida; pero ahora era peor, lo que sentía era miedo. Aquel se había convertido en su hogar y no sabía si alguna vez regresaría a aquella casa, o a aquella vida.

Robín entró a buscarlo y lo encontró observando la cocina, donde tantas veces lo había visto preparando el desayuno, la comida o la cena; a Robín no se le daba bien cocinar. Se aproximó a él y lo tomó de la mano.

—¿Estás bien?

Arturo apretó su mano y lo miró.

—Volveremos algún día —le aseguró.

—No volveré sin ti, aunque tenga que traerte del infierno para ello.

Compartieron un último beso en aquella casa, en el que juraron regresar algún día. Tenían miedo, no podían prometer que todo iría bien, lo que sí podían jurar es que solo volverían a su hogar, juntos.

Robín y Arturo: El heraldo de Camelot [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora