Capítulo 4: Noche de posada

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El camino hasta Evanum duraba al menos una semana de viaje a caballo. Por suerte, Marlín y Robín se movían bien por los bosques y conocían atajos que les ahorraron mucho tiempo. Una noche de tormenta, cuando la lluvia les dio unas horas de tregua, se toparon con una posada.

—Queda poco para llegar, pararemos aquí por una noche —dijo Merlín.

—Se agradece el gesto, me chorrean hasta los calzones —comentó Arturo.

—Te has vuelto un blandengue.

Robín se rio por los piques entre Arturo y Merlín, su relación le divertía.

Se aproximaron al establecimiento con cautela y dejaron a los caballos en el establo.

—Volverá a llover —aseguró Robín, observando el cielo.

—Razón de más para resguardarnos —dijo Merlín—. Ya estamos cerca, nos vendrá bien un descanso.

Robín miró su alrededor con atención; estaba muy oscuro y los faroles solo iluminaban las estructuras de madera, la noche no dejaba ver más allá. Aun así, Robín percibió movimientos entre las sombras, que lo inquietaron bastante. Tal vez no fuese nada, casi parecía haber sido solo imaginaciones suyas, pero no podía dormir en un lugar desconocido sin sentirse desconfiado.

—¿Ocurre algo? —le preguntó Arturo al verlo tan concentrado.

—No. Por ahora creo que no.

Arturo le tomó de la mano.

—Estás helado. ¿Tienes frío?

Robín lo miró y su semblante se volvió más relajado.

—Sí, tengo frío —afirmó—. Necesito que me abraces.

Arturo sonrió y lo abrazó. A pesar de estar mojados por la lluvia, ambos sentían una gran calidez entre sus brazos.

—Esperad a llegar a la habitación por lo menos —los interrumpió Merlín.

Robín se rio ante la mirada de reproche de su novio hacia la maga; habían estado así todo el viaje.

—Vamos, necesito que me abraces en la cama —le dijo Robín para animarlo, agarrando su mano.

Los tres entraron en la posada, y Merlín y Arturo se acercaron al mostrador de recepción, mientras Robín se quedaba atrás, observando el lugar. Hacía solo un año que Robín Hood había estado en carteles de se busca en varios reinos, aunque su cabeza ya no tuviera precio, siempre intentaba ser discreto y precavido en lugares nuevos.

—Buenas noches, caballero, señorita —los saludo el recepcionista—. ¿En qué puedo ayudarles?

—Queríamos pasar la noche —dijo Arturo.

—Perfecto. Tenemos habitaciones de sobra. ¿Han dejado caballos en el establo?

—Sí. Tres —respondió Merlín.

—Genial. Les aseguro que estarán en buenas manos, hay mozos cuidándolos toda la noche.

—Buen servicio.

—¿Será una habitación de pareja? —preguntó el señor.

Robín se tapó la boca, intentando acallar sus carcajadas, mientras Arturo y Merlín se miraron realmente espantados y asqueados.

—Será una habitación individual y otra con... cama de matrimonio —aclaró Merlín.

—Genial. ¿Querrán cenar en el comedor o en la habitación?

—En las habitaciones, por favor —contestó esta vez Arturo.

Merlín pagó la estancia y tomó las llaves, una vez arriba, le entregó a los chicos la suya.

Robín y Arturo: El heraldo de Camelot [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora