『Capítulo único』

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Sanzu nunca comprendió que fue lo que vio Mikey en él

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Sanzu nunca comprendió que fue lo que vio Mikey en él. Quizás nunca lo haga, pero no es como si comprenderlo fuera realmente importante.

Él solo había sido un peón, un bufón siguiendo firmemente a su rey, e igual de leal como un perro a su amado dueño.

Siempre apreció con sumo detalle como esos orbes ónix se posaban sobre él. Cada vez que sucedía tenía ese deseo egoísta de que esas miradas ligeramente suaves fueran solo para él. La delicada curvatura en los labios ajenos era tan sutil que se percibía inexistente, pero para el albino siempre fue hipnotizante.

Mikey siempre fue perfecto en todos sus aspectos. Al menos para él.

Deseaba tocarlo. Deseaba posar sus sucias manos sobre las mejillas ajenas y besar la desbordante cantidad de lágrimas que Mikey jamás derramó. Pero no podía cometer semejante pecado, un bufón no puede tener el privilegio de acercarse tanto a su rey.

Y el rey no debía, ni podía permitirse ser débil. Se dictaba perfecto e imperturbable, como debía ser el invencible.

Sin embargo, Sanzu conocía lo suficiente a su amado, su perfecto rey estaba roto.

Desquebrajado en pedazos tan pequeños que ni un millón de soldados podrían juntar. Sanzu lo sabía, sabía eso a la perfección, lo había visto.

Observó como su perfecto rey se reflejaba a la luz del sol, la transparencia de ese momento le permitió descubrir la cantidad de grietas que lo conformaban, y que por más que lo intentó, no podía saber donde acababan la cantidad de pedazos divididos en el joven rubio.

Jamás mencionó ni una palabra al respecto sobre esa ocasión, era un secreto.

Aquella vez,⸻más las que le seguirían después⸻contempló la expresión en blanco, vacía, imperturbable y aterradora de su rey. Qué al mismo era tan solitaria y deprimente, como un cachorro abandonado esperando el día de su muerte.

Decir que su corazón se quebró era poco. Esos ojos negros perdidos rotos envueltos en cristal, sobre sus ruborizadas mejillas se deslizaba un mar de lágrimas silenciosas, de las que no hubo quejas, no hubo llanto, ni siquiera un solo hipido u respiración entrecortada. La única evidencia eran sus ojos repletos de dolor.

Esa fue la primera vez que Sanzu vio a su amado rey llorar de una forma tan vulnerable. Ese momento fue tan desolador para él, porque, a pesar de todo sabía que Mikey peferiría mil veces sufrir en silencio completamente solo, a que otros supieran ese detalle.

Manjiro no era perfecto, tampoco era fuerte y mucho menos invencible. Sólo era un niño. Sin embargo nadie tenía permitido conocer aquello.

El albino, como el perro leal que siempre fue, sin emitir palabra se mantuvo cerca. Si su rey le permitía permanecer a su lado estaba bien, así que se enfocó en quedarse allí haciéndole compañía, sin juzgar ni mucho menos hacer preguntas o rellenar espacios innecesarios con palabras.

【 ❛ Eʟ ᴘᴇʀʀᴏ ʏ sᴜ ʀᴇʏ ❞┊⇢ˢᵃᶰᶻᵘᵐᶤᵏᵉʸ› 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora