Parte 2

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Irma estaba ya cerca, extremadamente nerviosa y con un frío que le recorría los huesos, cegada por el miedo de la amenaza, cuando logro percibir una sombra familiar que estaba avanzando con prisa.

Los ojos y el corazón se le llenaron de lágrimas y rencor cuando vio a su hermano cayendo con fuerza a las escaleras.

Él solo la veía de una forma confundida, aunque aun así pareciese que sabía de esa presencia familiar. Ella cegó sus emociones, y sin pensar más que en lo que estaba haciendo, se acercó a su hermano, sintió por un momento su dolor.


En el corazón logro sentir como ardía algo. 

Agacho su cuerpo y tomo la carta del diablo en su bolsillo para irse con prisa de allí entre sollozos que emitía a través de un silencio asfixiante.


Nunca fue demasiado cercana a su hermano, pero tras levantarse aquella mañana, sentía como si ese amor rezagado estuviese a flor de piel; lo sentía a él, tan cerca como nunca antes.

Una vez abriera la brecha de los recuerdos, no habría vuelta atrás,

y su garantía era saberlo,

saber que la familia Luna había sellado su legado desde hace mucho tiempo.


Irma supo que era lo siguiente por hacer cuando la radio que dejó encendida mientras dormía comenzó a reproducir "Cien años" de Pedro Infante, pero durante pequeños fragmentos la canción se distorsionaba y el volumen comenzaba a subir de golpe, lo cual la despertó, cuando a través de su ventana vio al hombre sentado en aquella mecedora durante la madrugada.

Esta vez pudo apreciar como su figura antigua y elegante se levantó al son de la música mientras la carta que ella guardo bajo llave se encontraba entre las manos pálidas, alargadas y absorbidas de cualquier rastro de vida de aquel hombre. Noto como trazaba con sus uñas una línea a través de la carta para después tirarla al suelo mientras caminaba hacia la parte más oscura del jardín, desapareciendo al final de la canción entre la bruma que dejó su cuerpo parecido al de un cadáver.

A los pocos minutos de presenciar tan aterrador evento, los perros de la cuadra comenzaron a ladrar desesperadamente cuando logró notar como entre su casa se filtraba una fuerte y desagradable esencia a azufre.


Rápidamente levanto la carta y su símbolo ya no era el mismo; las tonalidades amarillas ni las rojas estaban, mucho menos aquella leyenda amenazante que advertía de una deuda a pagar.

 En su lugar se encontraba un tranquilo fondo azul, y en medio el símbolo de la media luna con la cara misteriosa que se le dibujaba. 


Como un deja vu, supo que ese mismo símbolo estaba plasmado en mármol a la cabeza de la lápida de su abuelo, en el panteón de Dolores. 

J O S É   R O G E L I O   L U N A   E S P A R Z A 

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"EN LA MEM RIA DE TU F MILIA, QUE SIEMPRE TE RECU RDA" 


Irma siempre escucho a su papá contarle las historias de su abuelo, pero hoy descubría que tal vez la más grande de ellas se la contó demasiado tarde, tanto que aún no la asimilaba.

Tuvo que cumplir 34 años cuando le contó a ella y a Carlos que su abuelo, tras varias denuncias entro al palacio negro de Lecumberri como prisionero, cuando fue diagnosticado con serios problemas que afectaban su salud mental.

Nunca supieron que paso allí durante su estadía hasta la trágica y sospechosa muerte que dejo en su cuerpo marcas de asfixia y quemaduras que tomaban forma de garras entre toda la piel.

-José, tu abuelo... Muchos cuentan que pactó con el diablo en la cárcel para protegerse, bajo la condición de entregarle a su primer hijo, yo; aceptó pensando que le podía jugar chueco, pero a fin de cuentas por la boca muere y mata el pez. -

-La única marca que quedó en su cadáver para saber que había sido el diablo quien lo mató, fue que comenzó a correr el rumor de que encontraron una carta de la lotería, la del diablo, entre su ropa. -

Irma después de recordar tanto sentada en la tumba de su abuelo, cayó en cuenta de que era tarde, por lo que decidió salir del panteón a prisa mientras la noche ya se acercaba.

El silencio de la muerte era algo que pocas veces experimentaba, aunque esta semana había ido a la necrópolis más que en años atrás, al entierro de su hermano y ahora en busca de respuestas.

Justo cuando estaba ya más cerca a la entrada, vio a una mujer, que llevaba en su rebozo cempasúchil y con sus viejas manos acomodaba las vívidas flores en la vieja tumba que estaba frente a ella.

La mujer le sonrió amablemente a lo que Irma contesto igualmente con una forzada sonrisa que podía reflejar la amargura de esos últimos días. Aprovechando que estaba con la mujer le advirtió que pronto cerrarían el panteón para lo que le respondió amablemente: 

-No seas malita, espérame en lo que termino de adornar para irnos juntas, ya estoy cansada, llevo aquí mucho tiempo y no me traje mi bastón -.


Espero a que la mujer terminara de adornar para irse de aquel lugar cuando la noche estaba ya más cerca. 


-Uno siempre hace todo por la familia ¿no? -.

Le dijo la mujer a Irma quien con una risa de cortesía asintió.

La mujer cada vez le apretaba más la mano con la suya que ciertamente le parecía familiar a la vista; hasta el punto en el que Irma decidió moverla un poco.

Pudo notar que cuando lo hizo no sintió más que una ligera presión entre sus dedos desapareciendo, alza la vista y nota que a metros a la redonda está totalmente sola.


¿Aquella mujer había sido su imaginación?


Descarto la idea cuando vio los pétalos del cempasúchil regados por el pasillo del camposanto.

 Estaba totalmente horrorizada de lo que había vivido hace unos segundos cuando pudo recordar que sus manos eran idénticas a las del hombre que sostuvo la carta en su patio durante la madrugada de la noche anterior.


Las palabras de aquella señora le retumbaban en la mente:

-Uno siempre hace todo por la familia...-


Supo al instante que era lo siguiente por hacer para cerrar el pacto de años atrás...

Una lágrima llena de miedo y tristeza le recorrió la mejilla, mientras a través de las montañas, la luna comenzaba a entreverse, llenándole las pupilas.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2021 ⏰

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