03.Diagnóstico de obsesión

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—¿Tú que me recomiendas hacer?

—¿Yo? -alzó la ceja delgadita y bien delineada-. ¿Por qué una enfermera de diagnósticos, le pide a una de guardia que le ayude con la receta médica? -volvió a echarle un ojo al expediente, luego se burló de la señorita con título parada en sus narices-. Si estamos en distintos puestos es por algo, ¿o me equivoco, enfermera Stucki? -le retó con la mirada fija y controladora-.

Jiyu, ahora confirmaba sus teorías de porque, los pacientes encargados a Lyna, no tenían mejoría ni en un año. No supo si seguir con las indirectas, o si lamentarse por la pésima ética laboral en la que el mundo estaba bajo custodia, Gim, estaba volada con saber que ella podía dar mejoría inmediata a cualquier paciente. Pero no al cuervo, al cuervo no. A una semana de aquella charla de madrugada, por fin conocía el informe de aquel hombre con apariencia inquietante.

—Jamás había visto tal caso, solo míralo, ¡presenta una adicción a las jeringas!, ¡no hay más! -le restregó la carpeta en los ojos, Jiyu estaba botada de la risa-. ¿Qué se supone que haga con esto? -ella siempre pensó en que Lyna Stucki, tenía una atractiva voz muy aterciopelada, pero cuando se comportaba de esta forma, la estresaba. A pesar de saber que estaba mal, ella no paraba de corregir sus problemas de dislexia en su mente. "Es presenta, no pesenta"-. ¡Gim Jiyu, tienes que ayudarme!

Quería cogerla de los cabellos zanahorias y darle una buena bofetada, a ver si así pronunciaba bien su nombre.

—Pues pon eso, "presenta una adicción a las jeringas", y ya, ¿qué de complicado es redactar un escrito así?

Le reprochó ya molesta, sin interés, desesperada por salir de su consultorio médico. Que, en realidad, era un dispensario entre enfermeras, un club en el que Jiyu, siempre fue excluida. La muchacha mantenía la repugnante sensación de estar rodeada por supuestas enfermeras que, en sus horas de receso, se burlaban de los casos tan "ridículos y patéticos" que recibían, según decían ellas. La primera y única vez que Jiyu asistió, tocaron el tema de una mujer que presentaba una obsesión amorosa.

"Que tontas somos, rogando por hombres que ni valen la pena". "No, hubieras visto el currículum del marido, caray, anoté su número telefónico para chupársela el fin de semana". "¿Ya la vieron?, era lógico que no le provocara nada, un par de implantes de silicona le arreglarían la vida". "También hay que pensarle, como esperaba darle un buen sexo si jamás se había depilado".

Al siguiente día, Gim Jiyu, buscó en los anuarios escolares del bachillerato, imágenes de cada una de las enfermeras que habían estado en aquella reunión nocturna. Se metió por aquí, se metió por allá, hurgó en los teléfonos de los médicos y cuando encontró lo que deseaba, realizó pequeños sobres con una fotografía indecorosa de cada una de ellas, encima, escribió vulgaridades en plumón rojo. Cuando estuvieron listas, repartió las cartitas en las batas de los médicos.

Fotografías de enfermeras alcoholizadas, con los cabellos alborotados y el labial carmín embarrado en las caras. Para las más vulgares fue peor, imágenes de ellas mismas oliendo sus axilas, nalgueando a sus compañeras. El marca textos anotó cosas como; "soy una gran puta", "llámame para recibir una buena mamada", "quiero que me escupas y me abofetees".

El acontecimiento fue mencionado en toda la clínica, los médicos no dejaron de burlarse de ellas en sus grupos de machos. Compitieron por comprobar las frases escritas en tinta roja. Se sobrepasaron con ellas, se rumoró que uno de ellos llegó al extremo y violó a una enfermera. Jiyu, no sintió ni tantito remordimiento, ella siempre se mantuvo en medio del acoso y la violencia, escribiendo notitas de terror, calmada y pacífica. Entreteniéndose en ver como la vida les cambiaba de faceta a las recatadas señoritas.

Black Leather | jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora