Reconectar

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Dejen los prejuicios al otro lado antes empezar esta historia. 

X

Luisita aparco el coche en el camino de gravilla delante del lago, el sol estaba bajándose detrás de los árboles. Apagó el motor, pero no libero las puertas, Amelia la miró dudosa.

La rubia le sonrió, abrió el porta guantes del Volvo y saco una cajita aterciopelada negra, dentro de ella una gargantilla delicada de diamantes brillantes. Era un colgante que hacía mucho Amelia no usaba, hacía mucho que siquiera lo veía.

-Pensé que también podríamos conectarnos a esta parte de nosotras este fin de semana.

La voz de la rubia era suave, baja y dulce como siempre. Y Amelia sabia, sabía que al posar el metal helado de aquella joya alrededor de su cuello ese tono cambiaría, a uno autoritario, ronco y grave. Y con tan solo imaginarlo, la sangre en sus venas hervía. Una sonrisa apareció en sus labios mientras asentía de modo casi imperceptible.

Luisita sonrió y se inclinó para un beso suave, que Amelia correspondió al instante.

-Gírate. -Pidió en tono más ronco.

Amelia cumplió y se giró de espaldas a ella, sintió el metal hacer contacto con su piel, erizando el vello de la nuca. Cuando el cierre de metal estaba en su lugar la morena dejó caer el pelo que estaba sosteniendo y Luisita lo apartó otra vez. Besó la piel del cuello suavemente.

-Amelia. - La morena noto el cambio del tono y se giró a ella sin sonreír, con la espalda recta. Luisita tampoco sonreía, pero sus ojos destellaban un brillo intenso. - Dame tu móvil. Espero que esté en silencio, con excepción de las llamadas de María o Nacho. - Extendió el móvil y Luisita no encendió la pantalla, solo lo recibió en su mano. - Quiero que adentre en la cabaña y me esperes al lado de la puerta de la habitación, te quiero en ropa interior y el pelo atado.

Amelia espero dos segundos más, cuando no recibió nuevas instrucciones salió del coche y se dirigió a su cabaña. Esa que habían comprado hace ya 4 años. Poco antes del nacimiento de Mateo.

Luisita adentró después, sentía el cosquilleo de la excitación, la adrenalina llenando los receptores en su cerebro. Dejó la maleta en la habitación principal en la planta baja, buscó los stories de su hermana, su hijo estaba bien.

Aplicó el labial rojo y soltó el pelo, lavó las manos con esmero, dos veces con el jabón antibacteriano y sonrió a su reflejo. Sus ojos brillaban con el deseo contenido.

Subió las escaleras de madera y encontró con Amelia parada al lado de la puerta, como la había ordenado. En ropa interior negra, común, sin marcas de costura en las bragas de tejido delgado.

Amelia miraba hacia adelante pero cuando la vio bajó la cabeza, sin poder evitar la sonrisita que apareció por dos segundos en sus labios. Luisita también sonrió. Sacó las llaves del bolsillo y metió en la cerradura.

-Espera aquí hasta que venga buscarte.

Amelia no dijo nada.

-Entendido? – Habló otra vez.

-Sí señora.

Adentró la habitación y encendió la luz detrás de la cama y en las estanterías, encendió también las velas una a una. Del cajón sacó una fusta de equitación de cuero marrón, el aroma de las velas empezó a esparcirse por la habitación un olor suave amaderado y dulce. En otro cajón eligió la cuerda negra más corta, practicó el nudo dos veces, sonriendo satisfecha por lograrlo en ambas tentativas.

Buscó un vibro color carne y lo lavó en el baño conjunto, la venda negra de satín delicado.

Sacó la blusa verde y la puso al lado de la puerta, seguida por los tacones, antes de abrir la puerta.

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