Complacerte

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La parte 2 y final de esta tentativa. 

X

Amelia se sentó con cuidado y la miró a los ojos, silenciosa pidiéndole permiso a hablar.

-Dime. – Autorizó Luisita.

-Necesito agua.

Luisita sonrió. – Claro. Ve a la habitación abajo que te llevo un vaso. – Amelia buscó la sabana para taparse. – Desnuda. – Luisita estaba de espaldas a ella, pero aun así la había visto por el rabillo del ojo. – No te dije que podrías vestirte.

Amelia no dijo nada más. Salió de la habitación y bajo las escaleras sintiendo la piel volver a arder de los golpes ahora que la adrenalina le había bajado. Llegó a la habitación y sabía que allí era un terreno neutral. Miro alrededor pero no puso la bata, tiró de las almohadas y se tumbó de lado bajo las sábanas.

Luisita en la cocina llenó una vajilla con agua y un aceite de aloe-vera, puso dentro dos toallitas delgadas de algodón. Buscó una botella de agua y fue a la habitación principal en la planta baja.

Amelia estaba tumbada de lado con los ojos pesados y a punto de cerrar.

-Bebe. – Le dio la botella y Amelia la tomó de una sola vez. – Túmbate boca abajo. – La morena giró en la cama y Luisita tiró de las sabanas que la tapaban y se sentó a su lado. La piel del culo de la morena estaba roja y en algunos lugares había marcas violetas, donde la fusta había golpeado.

Luisita empapó las toallitas en el agua con aloe y después de sacar el exceso puso una en cada nalga de Amelia. Calmando la piel golpeada. Amelia seguía silenciosa respirando pausado con el alivio que le provocaba las toallitas húmedas.

Luisita otra vez empapó las toallas y volvió a hacer lo mismo. Hasta que la morena se fue rendiendo poco a poco al sueño, y antes que sus parpados se cerrasen del todo le dio un beso en el cuello.

-Buenas noches amor. – Le susurró.

A la mañana siguiente Amelia se despertó con el sonido de Luisita en la cocina, sonrió al notar las toallitas aún en su culo, que ahora ya no le dolía nada. Se dio una ducha y salió con la bata puesta y el colgante en su mano.

-Buenos días amor. – Dijo la morena desde la puerta.

Luisita levantó la vista de las tostadas que hacía y le sonrió. – Buenos días mi amor.

Amelia se acercó a ella y le dio un beso suave en los labios. Se sentó en su lugar y juntas desayunaron en un silencio agradable.

-Vamos llamar a María? Hablar un ratito con el ratoncito.

Amelia sonrió ampliamente y asintió. Después de la charla con María y el pequeño Luisita besó suave los labios de la morena y Amelia sacó de la bolsa de la bata el colgante brillante.

La sonrisa de Luisita se cambió a una pícara y sus ojos siguieron igual de brillosos que en el desayuno.

-Seguimos? – Preguntó Luisita.

-Sí. – Dijo Amelia bajito.

Otra vez se giró y Luisita posó el metal sobre su cuello para después besar su nuca con una suavidad pausada.

-Amelia. – Llamó con su tono autoritario y grave. – Quiero que te pongas un biquini y se tumbe en el sol, lee un libro y disfruta de la tarde. Voy a salir un rato y luego estaré trabajando en algo para nosotras en la habitación. – Amelia asintió. – A las 14 tendremos la entrega de la comida, después de eso debes cuidarte y esperarme a las 20 en la puerta de arriba, de la misma manera que ayer. ¿Entendido?

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