Introducción

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¡Un Hombre!

¿Qué es un hombre, más que un ser que viaja y prevalece por el filo de la historia?

¿Más que una especie racional como encasillaría la biología?

¿Más que un lenguaje y unas palabras; y pocas guerras, para tantas armas?

¿Qué es un hombre, más que el protagonista del Génesis y la primera creación de Dios según la Biblia?

¿Más que un labrador, mentor o carpintero?
¿Qué es un hombre más que un simple aprendiz?

¿Qué es un hombre?...
Si aún te queda algo por añadir.


Yo desconocía el impacto que causarían todas aquellas: mis cuestiones; hasta que la vi cubierta de lágrimas, con menos dolor que rabia , y repitiendo por toda la sala con cierto recelo: ¿Qué es un hombre? ¿Qué es un hombre?...

Antes de concluir nuestra discusión, casi espiritual, con un portazo que hizo temblar hasta las alfombras; se atrevió a sostenerme una mirada, que lejos de denotar rencor o rechazo, hizo de mi sentir algo mucho más vívido.
Tanto que incluso, la describiría como atrevida.
Y no solo hablo de la mirada.

Así que sí, podría afirmar que se la sostuve con gusto.
Porque, para qué mentirnos: por mucha pluma con la que a modo de espada intentara atacarme esa mujer, seguiría pensando que el aspecto más naturalista y poco elegante del hombre, es el propio: ser un hombre.
Y por ese mismo motivo, es por el cual  la haría a ella mi musa.


Aquella riña despertó en mí un espontáneo interés por la profundidad de su mente. Más enigmática de lo que parecía desde el exterior. No te lo niego; un cuerpo bonito y la expresión de estar siempre en las nubes parecían tener poco que ocultar.

Pero demostró ser mucho más que eso, cuando supo hondar dónde, el resto, en su mayoría, solo guardan musarañas.
Y por lo tanto, como ellos las guardan, esperan que el resto hagan lo mismo con las suyas. Aunque eso no sea cierto.
No cualquiera sabe hacerlo.

Resultó ser ese su principal poema.
Más bien su problema. Perdón.

Y es que por muchos años que pasen, y siglos en la historia, la perdición de un poeta siempre llevará una falda y uñas largas. Además, de en mi caso: unas trenzas por las que trepar desde lo más bajo de la lumbar, hasta lo más erguido de su espalda.

Por muy extraño que pueda parecer,todo esto fue algo que tuvo que enseñarme ella.
En ocasiones, al lunático le falta en su vida una llama de realidad, y debo admitir que esta vez, fue mi yo más realista quién necesitó, por lo menos, mojarse los labios con el reflejo de la Luna.


¿Qué es un hombre? La seguía oyendo decir, aún con el tono acalorado, mientras subía por las escaleras que salían del rellano entre este y el otro salón.

No tiene nombre todavía jajjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora